sábado, 29 de diciembre de 2012

Recuerdo a Amanda


Hace ya casi dos meses murió la querida Amanda Paltrinieri, una de las fundadoras del Addenda et Corrigenda primigenio y compañera de muchas otras aventuras en la red. 
Amanda era periodista, historiadora, escritora, correctora, pero sobre todo era una mujer de principios, guerrera, franca y generosa.
En estos dos meses ha sido difícil encontrar las palabras para demostrar lo mucho que se la echa de menos, la falta que, por una u otra razón, nos hace a todos. Algunos aún no las han encontrado. Pero todos concordaremos en que ningún día como hoy, en el que por fin se hace justicia con una de las tantas víctimas de la barbarie contra la que Amanda luchó, es el mejor para recordarla. Valgan para ello estas palabras y las de otros compañeros comunes. 
Silvia Senz



Amanda:
Voy a extrañar tus abrazos. Encontrarse contigo era ver tu sonrisa y sentir tus brazos, tu voz, la bienvenida cálida y exuberante. Generosa, como dice Vir Avenaño, y mucho. Y sobre todo solidaria y expresiva, sensible, humilde, directa, expansiva y noble.
Vamos a extrañarte demasiado. Te afincaste en el corazón de muchos.
No debía haber sido así, te merecías lo mejor.
Y profesionalmente, una periodista, una editora y una correctora de primera. Muchas veces me pregunté, al leerte, pero, ¿es que nunca se equivoca?, ¿nunca una errata?, ¿una disteclia?, ¿un descuido?, ¿una ambigüedad? Eso era oficio, amor y pasión por el trabajo. Aprendí mucho contigo; te consulté, te pedí ayuda y siempre tu respuesta fue profesional, desprendida, instantánea. Ya no podré agradecértelo como quisiera.
Me hago votos de que la vida no nos lleve tan de las narices, que nos veamos y nos comuniquemos más; los de siempre, todos, los del mismo oficio, los de similares pasiones, los que te conocimos y quisimos.
Pilar Chargoñia

Una luchadora denodada, una mujer amiga, dedicada y solidaria.
Ricardo Soca

Te quedaba tanto por hacer, Amanda. Es muy injusto que te hayas ido tan rápido. Te vamos a extrañar mucho.
Diana Gamarnik

Con Amanda conversaba lo mismo de la situación política de México que de la “porquería esa” (el nariguero para el oxígeno); de Mahler interpretado en Argentina que de los largos siglos del español en la península ibérica, antes de que empezáramos a hablarlo los americanos. De todo se expresaba con fuerza y pasión, aunque ahora que la evoco, creo percibir en su pensamiento también un toque escepticismo, como el que se encuentra muchas veces en la gente más inteligente.
Nuestra amistad duró algo menos de una década y estuvo llena de ideas, risas, música, libros, perplejidades, arrebatos, simplezas. Las cosas que comparten los camaradas. Era uno de mis referentes diarios por su presencia constante en los grupos donde coincidimos, de Apuntes a Discantus, sus publicaciones electrónicas o su seguimiento de la remodelación del Teatro Colón y otras actualidades. Escribía una prosa cultivada y legible que hacía pensar en la redondez de lo que no tiene aristas.
No quiero repetir lo que sin duda muchos otros amigos dirán mejor que yo acerca de sus prendas. Diré, en cambio, que me indigna profundamente que se haya muerto cuando ya la esperábamos de regreso, y que lo que más me va a faltar será su capacidad genuina de querer a los demás y de denunciar lo que le parecía injusto con la llaneza y la inmediatez de la mujer valiente y sin dobleces que fue, la muchacha preciosa que ahora tengo que anotar en el libro de la memoria, cada vez más nutrido, y nosotros, cada vez más solos.
Javier Dávila