Recupero esta entrada del antiguo sitio del blog A&C, para facilitar su lectura, dado que la práctica que denuncia sigue vigente y extendiéndose entre los autores y entidades relacionadas con la corrección y edición de textos y con la norma del español, que o bien abusan del derecho de cita y compilación (sin permiso expreso de los citados) para crear textos de consulta que no incluyen ningún valor añadido propio, o bien obvian referenciar la bibliografía utilizada para la confección de un diccionario de dudas sobre el lenguaje (entre otras prácticas de este cariz).
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La denuncia del saqueo —reconocido, como se ve en la cita precedente— que la Real Academia Española realiza de la obra ajena, hoy en connivencia con la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), es un tema ya recurrente en este blog. Que en sus obras normativas, incluso en las más recientes, sólo aparecen referenciadas las fuentes de los ejemplos citados (las otrora llamadas «autoridades», hoy sin valor canónico), pero no el aparato crítico que todo trabajo intelectual que se precie de científico —como últimamente dicen ser las obras académicas— debe incluir, es un hecho que hemos constatado y documentado en diversas ocasiones:
Agradecida y esperanzada por esta respuesta, la autora tijuanense envió esta petición al director de la Asale:
Pues bien, a día de hoy, ni en el Diccionario de Americanismos académico que tanto debe al trabajo de Fitch se han publicado los créditos prometidos, ni por boca de ella tengo tampoco constancia de que haya recibido jamás el apoyo que solicitó de las academias para publicar por mejores cauces que los actuales la segunda edición de la obra. Así lo afirmaba la lexicógrafa tijuanense en una entrevista:
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#finsaqueoRAE: Los porqués de la campaña para que RAE y Asale publiquen bibliografías de las fuentes de sus obras
Después del DRAE, destaca de manera definitiva la oferta del Diccionario panhispánico de dudas, obra la más completa en su especie, lograda, por cierto con el aporte de tantas obras precedentes, algunas nutricias de varias generaciones y a las que debemos nuestra gratitud: los manuales de don Manuel Seco (todos hemos «manuelsaqueado»), de don José Martínez de Sousa, de Manuel Rafael Aragó, y otros más. [...] Y, a partir de ellos, el trabajo elogiable y paciente del equipo de «Español al Día», de la Real Academia Española, encabezado por Elena Hernández. Y, luego, el análisis y comentario de las propuestas del mencionado equipo, los aportes de todas las Academias de la Lengua, a través de sus delegados a la Comisión específica, y la revisión y discusión de cada lema. Y, por fin, la aprobación de los plenos.Pedro Luis Barcia (dir. Academia Argentina de Letras): «La lengua en los medios orales de comunicación».
La denuncia del saqueo —reconocido, como se ve en la cita precedente— que la Real Academia Española realiza de la obra ajena, hoy en connivencia con la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), es un tema ya recurrente en este blog. Que en sus obras normativas, incluso en las más recientes, sólo aparecen referenciadas las fuentes de los ejemplos citados (las otrora llamadas «autoridades», hoy sin valor canónico), pero no el aparato crítico que todo trabajo intelectual que se precie de científico —como últimamente dicen ser las obras académicas— debe incluir, es un hecho que hemos constatado y documentado en diversas ocasiones:
26/02/2010 - La nueva RAE, un espejismo de representatividad, neutralidad ideológica, laboriosidad y modernidad, 8: del inconsenso al expolio
08/05/2006 - ¿Qué fuentes usaron Elena Hernández y su equipo para redactar el Panhispánico?
Y no sólo se ha constatado aquí: es también una práctica subrayada en muchas de las reseñas que se han hecho de las últimas obras académicas, y denunciada públicamente incluso por uno de los afectados, el académico Manuel Seco, sin que ni la que RAE ni la Asale se den por enteradas (las negritas de lo que sigue son mías):
En la introducción, este lexicógrafo critica a «una venerable institución» (en clara alusión a la Real Academia Española) por no citar la obra de Seco como fuente del Diccionario panhispánico de dudas, aunque haya coincidencias entre ambas. = «Me hubiera gustado que hubieran sido más discretos en la imitación», pero «se consideran con derecho a saquear a los demás», afirma. [Manuel Seco, en declaraciones a la prensa a raíz de la publicación de la nueva edición de su Diccionario de dudas; Ana Mendoza: «El Diccionario de Dudas celebra su 50 aniversario con una edición actualizada», La Información, 20 de octubre del 2011, en línea.]
El libro, de LI + 745 páginas, consta de una introducción a la representación gráfica del lenguaje, a la ortografía y a la ortografía del español. Su primera parte, 549 páginas, se dedica a la exposición y razonamiento del sistema ortográfico; la segunda, de 106 páginas, a la “ortografía de expresiones que plantean dificultades específicas”; las siguientes 30 contienen cuatro apéndices sobre abreviaturas, símbolos alfabetizables, símbolos o signos no alfabetizables, países y capitales con sus gentilicios. Termina con una nómina de textos citados. Lo notable de esta nómina es que sólo se refiere a autores de citas incluidas; no hay ninguna referencia a los autores y obras que habrán consultado la Real Academia Española y sus correspondientes americanas para mejorar sus ideas y organizar sus pensamientos; como si todo saliera de la mente académica, un rasgo de soberbia que no corresponde a un trabajo y una ética “científicos”, como dicen buscar reiteradamente. [Luis Fernando Lara Ramos: «La nueva ortografía, ¿imprescindible? Sí, pero...», Gaceta del FCE, julio del 2011, pp. 19-21.]
Sin embargo, toda obra que presume de científica debe venir acompañada de referencias y de estudios técnicos complementarios, y esta ortografía carece de ambos: ¿se han hecho estudios de comprensión en diferentes grupos de población?, ¿se han analizado los movimientos oculares en la lectura?, ¿se han tenido en cuenta los interesantes estudios hechos al amparo de SIL International?, ¿se han preparado estadísticas sobre errores ortográficos frecuentes? = Especialmente la introducción y las notas históricas de varios capítulos piden a gritos la mención de fuentes; por ejemplo, ¿cuáles son las «investigaciones recientes» citadas en la página 26 y otras?, ¿qué estudios avalan que las escrituras alfabéticas «exigen mucho menos esfuerzo» para su aprendizaje que las silábicas?, ¿es acaso original todo el estudio histórico?, ¿la exposición, esencialmente eurocéntrica y decimonónica, sobre la evolución de las escrituras es una toma de partido o es que no han consultado fuentes modernas?, ¿de dónde sale el dato (erróneo) de que en las otras lenguas de escritura alfabética solo se consideran letras los signos simples? = Son solo unas pocas preguntas a las que una obra científica debería dar respuesta con una bibliografía. [Javier Bezos: «La Ortografía académica del 2010. Comentarios sobre la última edición de la obra», versión: 1.1. 2011-09-21., Text y tipografía, en línea.]
La obra no reconoce sus fuentes
La RAE y la Asale no reconocen el mérito de las obras en que se ha basado: no incluyen los nombres de los autores cuyos textos se han utilizado como fuentes de esta Ortografía. Esta ausencia injustificable, que ya es tradición en las publicaciones de esas instituciones, parece querer hacer creer al lector que un ángel dictó a los redactores del texto todo el evangelio ortográfico. La ausencia es más grave en este caso que en otros libros académicos, como la Ortografía de 1999, pues no solamente ofrece normas y recomendaciones, sino todo un trasfondo teórico e histórico que de algún lado tiene que haber salido. Quizá esta ausencia tendría sentido si las academias se hubieran basado solo en obras de académicos, pero, como dice Martínez de Sousa (2011: 5) «ni la forma, ni la distribución del texto, ni el contenido pueden evitar que se adivinen al trasluz otras obras de autores no académicos». Pedro Luis Barcia director de la Academia Argentina de Letras, admite (2005) que la Academia, para el Diccionario panhispánico de dudas, utilizó libros de Manuel Seco, Rafael Aragó y Martínez de Sousa, entre otros, a quienes se debe gratitud, pero esa obra tampoco cita sus fuentes. [José Antonio de la Riva Fort: «Utilidad de la nueva Ortografía de la lengua española para el profesional del lenguaje», Panace@ 33 (junio del 2011).]
También se echa en falta en el volumen una bibliografía temática en la que se recogieran las obras que se han manejado para elaborar la Ortografía, en particular las del maestro José Martínez de Sousa y otros especialistas en ortografía y ortotipografía, la cual representaría el reconocimiento de la deuda intelectual contraída con ellos por las Academias. [Alberto Rivas Yanes (Comisión Europea): «La nueva Ortografía de la lengua española. Reseña», Puntoycoma, 112 (marzo-abril 2011).]
[...] una vez más, también ha omitido la Academia la nómina de los autores y obras que los académicos y redactores han tenido a la vista a la hora de componer la presente. Hace mucho que pasaron los tiempos en que la Academia presentaba sus textos como si los hubiera recibido directamente del cielo y los hubiera trascrito por inspiración divina. Hoy sabemos que la sabiduría es fruto del esfuerzo personal y que nada se nos da gratuitamente. Somos cada uno, autores personales o instituciones, quienes debemos responder de nuestro propio trabajo. Esto es aplicable a la obra que criticamos, porque ni la forma, ni la distribución del texto, ni el contenido pueden evitar que se adivinen al trasluz otras obras de autores no académicos. Estas dos omisiones son tanto más graves cuanto que la involucrada en ellas es la mismísima Real Academia Española. [José Martínez de Sousa: «La ortografía académica del 2010: cara y dorso. (Reseña)», 2011.]
La nueva gramática académica no rehuye señalar que hay temas debatidos: en ese sentido no habla ex cátedra, sino como una obra científica (aunque este aspecto quede lamentablemente mermado por no incluir bibliografía). [...] Por cierto: es básico que la Nueva gramática esté disponible lo más pronto posible en Internet, aunque carezca de entrada de todas las mejoras de indización y referencia de las que sin duda puede dotarse. La obra es tan rica e importante que su simple texto buscable prestaría un valioso servicio a consultantes de todo el mundo. La versión electrónica debería incluir urgentemente las numerosísimas referencias bibliográficas que han debido de servir para su redacción, [...]. [José Antonio Millán: «Ante la Gramática», El País, 03/01/2010.]
De fet, la NGLE queda adscrita entre les darreres gramàtiques redactades de les llengües modernes, i, amb tot, presenta característiques d’una gramàtica de corporació acadèmica: composició unitària de la teoria que l’anima, tradició i prudència en la terminologia emprada –malgrat algunes novetats inexcusables– i absència total de bibliografia de referència. [...] = Quan les teories gramaticals actuals presenten explicacions diferents del mateix fenomen s’exposen en aquesta obra sumàriament atribuint a morfòlegs, sintactistes, gramàtics en general, les dues o més posicions presentades; i després s’opta per una, sense cap argument en contra de les que s’han deixat de banda. Per això l’ús freqüent de “se postula” en la redacció, que evita la tria teòrica de l’enfocament. = Aquest estil allunya la redacció de la NGLE dels estils propis dels estudis lingüístics de recerca i universitaris, com ara la gramàtica italiana, GGIC (1988-1995), la GDLE (1999) o la GCC (2002), en les quals les posicions teòriques dels autors i les referències bibliogràfiques són sempre presents en l’exposició. [Paz Batanner (UPF): «Nueva gramática de la lengua española» (Vol. 1: Morfología y Sintaxis I. Vol. 2: Sintaxis II). Ressenya", Llengua i Ús, 47 (2010).]
Finalmente, permítaseme lamentar que la Academia no se sienta obligada a proporcionar al lector la nómina de autores que han sido consultados para realizar la presente. Todos los autores serios de diccionarios de dudas como este añaden su correspondiente bibliografía, indicadora de que en este mundo hay más personas que han tenido la misma idea y han realizado obras semejantes con anterioridad. No hacerlo así es hacerse merecedor de una mala nota, que es la que aquí queda explícita. [José Martínez de Sousa: «El Diccionario panhispánico de dudas ¿cumple con su deber?», 2005.]
Tendencia, pues, a las mayúsculas de ornato, a las mayúsculas que establecen jerarquías, a las mayúsculas que individualizan sin criterio ni sistema. Tendencia que ya fue advertida por José Polo en 1974, en Ortografía y ciencia del lenguaje, y en 1990, en Manifiesto ortográfico de la lengua española. Para otro artículo y revista que lo acoja, queda demostrar cuánto debe la ortografía académica nueva a autores, ya citados, como Ángel Rosenblat, y José Polo; y a Manuel Seco, José Martínez de Sousa, Hilda Basulto, Lidia Contreras, Jesús Mosterín, Francisco Marcos Marín, etc., que, constructivamente, han escrito para mejorar la ortografía académica; pero no publican, para provecho propio, "ortografías comerciales" que la parafrasean y engordan embrollándola (empleado este verbo en todas las acepciones del último Diccionario académico). [Juan Crespo (UMA): «Formas de prescripción en la Ortografía de la RAE. De la prescripción a la descripción: la nueva tendencia», Estudios de lingüística, Universidad de Alicante (ELUA), 17 (2003), pp. 223-245.]
Y en la blogosfera:
También echo de menos dos secciones que, bajo mi punto de vista, deberían aparecer en cualquier publicación a la que se le pretenda otorgar el carácter de científica y que, generalmente, se colocan al final de la obra: un índice alfabético y una lista de bibliografía consultada, herramientas que son de gran utilidad para el lector que desee consultar un tema concreto o para aquel que desee ampliar conocimientos sobre cualquier asunto.[Paco Aljama: «Ortografía de la lengua española_, 2010: comedia, auto y loa. 3.ª parte: loa», El blog del Atisbador, 14/01/2011.]
Recientemente, un lector de esta bitácora me dio a conocer (gracias, Jesús) un nuevo caso de expolio del esfuerzo ajeno tan grave y vergonzoso como todos los que hasta ahora han cometido las autoridades académicas. Roxana Fitch, autora de la página colaborativa Jergas de Habla Hispana y del diccionario homónimo, detectó que alguien de la RAE entraba frecuentemente en su web y su curiosidad la llevó a ponerse en contacto con la institución, iniciativa que le permitió obtener esta explicación del director de la Asale, Humberto López Morales:
Muy estimada Sra. Roxana Fitch:Ante todo, mil gracias por su interés en nuestros trabajos. Se lo agradecemos muy de veras. El proyecto que dirijo es el del Diccionario Académico de Americanismos (DAA), que lleva unos tres años y que deberá terminarse a finales de 2009, puesto que su presentación se hará en el marco del V Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebrará en Valparaíso, Chile, en marzo de 2010. Nuestro equipo de trabajo en Madrid, integrado por lexicógrafos españoles e hispanoamericanos, prepara primeros borradores, en parte, utilizando fuentes librescas, materiales que después son enviados a las 20 Academias americanas, que enmiendan, suprimen, añaden, etc., puesto que son ellas las verdaderas autoras de nuestro Diccionario.En efecto, en esa primera parte de acopio de materiales, nuestros colaboradores han acudido con frecuencia al diccionario de usted, y eso se ha debido a que es de lo mejor que existe en la bibliografía lexicográfica de Hispanoamérica. Me complace decirle que todos sentimos un profundo respeto y una gran admiración por su estupendo trabajo sobre las jergas. Desde aquí le agradezco -en nombre de todos- que haya elaborado materiales tan ricos y, en su mayoría, exactos, lo que sin duda ha ayudado no poco a nuestras tareas iniciales.
Mucho nos complacerá, desde luego, dar a su trabajo los créditos necesarios en la publicación de nuestro DAA.
Quedo a su disposición para mayor información, si así lo desea.Suyo, muy cordialmente,
Humberto López MoralesCoordinador del DAA
Secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española[Pulsa aquí para ver el original.]
Agradecida y esperanzada por esta respuesta, la autora tijuanense envió esta petición al director de la Asale:
Le escribí de nuevo a don Humberto López Morales preguntándole si podía apoyarme de alguna manera (tal vez una recomendación) para encontrar una editorial que se encargue de publicar la segunda edición del diccionario de papel. Aparte de ser un recurso útil para quien no tiene computadora o conexión a la red, o simplemente para quien, como yo, se entretiene leyendo páginas enteras de un diccionario por simple curiosidad, me sirve para financiar el proyecto ya que no cuento con fondos académicos para este trabajo de investigacíón lingüística. Para mí el proyecto de JHH es un compromiso de por vida porque todos sabemos que los hispanohablantes continuarán a acuñar vocabulario nuevo como siempre lo han hecho.Ésta entonces es una carta abierta para don Humberto porque todavía no me responde.
Pues bien, a día de hoy, ni en el Diccionario de Americanismos académico que tanto debe al trabajo de Fitch se han publicado los créditos prometidos, ni por boca de ella tengo tampoco constancia de que haya recibido jamás el apoyo que solicitó de las academias para publicar por mejores cauces que los actuales la segunda edición de la obra. Así lo afirmaba la lexicógrafa tijuanense en una entrevista:
“Sigo teniendo problemas para encontrar una editorial que se quiera encargar de publicarme la segunda edición del diccionario, porque esta vez no quiero tener problemas de distribución en América Latina, como las broncas que actualmente tengo.Con que la Real Academia Española recomendara mi diccionario ya sería suficiente, creo yo, como para que una editorial se animara a publicar la siguiente edición del diccionario, que esta vez superaría las 600 páginas”, confiesa a ZETA la orgullosa tijuanense, a propósito, traductora de profesión y profesora por convicción de diversos idiomas como inglés, italiano, japonés y español.Por el momento, la joya de “Jergas de Habla Hispana” sólo puede conseguirse en Libro Club.