jueves, 28 de abril de 2022

¿Por qué se revisan, editan y corrigen los textos que van a publicarse?

[Este artículo es un extracto de mi curso «Edición de textos y corrección de estilo», en AulaSIC.]



Las razones por la que se aplican los procesos de transformación y optimización que describimos anteriormente a los originales de un autor (sea este escritor, redactor por encargo/negro editorial o traductor), desde que se reciben del propio autor hasta que llegan al impresor o adquieren forma de publicación digital, son básicamente seis:

1. El cumplimiento por parte del editor de una parte del pacto establecido con el autor mediante el contrato de edición, que consiste en poner en manos del lector su obra transformada a un determinado formato de publicación, tan funcional y normalizada como sea posible.

2. El cumplimiento por parte del editor del pacto tácito con el lector, que se establece en el momento de adquisición de una obra publicada y que presupone que el lector/comprador recibirá una obra suficientemente comprensible, legible, manejable y disfrutable a cambio del precio que paga por ella. Este es un pacto solo parcialmente protegido por ley, pero su incumplimiento tiene otras sanciones (crítica pública y abandono de la lectura) que resultan muy perjudiciales para el autor y el editor.

3. La creación y la publicación de obras escritas corresponden a un tipo específico de comunicación compleja (la comunicación escrita, tecnificada, formal, diferida, intermediada, y a menudo especializada de textos complejos y variados), que conlleva toda una serie de desventajas, dificultades y obligaciones:

En el caso del traductor, la dificultad de comprensión y reexpresión que pueden suponerle una obra o un autor determinados que sobrepasen su cualificación o su nivel de inspiración.

En el caso tanto del autor como del traductor, la dificultad que conlleva el conocimiento y dominio del código escrito, debido a su carácter artificial, y a la multiplicidad de convenciones que abarca. El dominio del código escrito requiere un aprendizaje guiado y consciente, y un cultivo persistente y esforzado, la que hace que muchos autores no lo dominen debidamente y cometan deslices.

Ante un receptor ausente (el lector) del que no se saben mucho o no se sabe nada, los autores (emisores) y los editores (intermediarios en la comunicación diferida) que quieran satisfacer y fidelizar a sus lectores se verán obligados a que su texto (mensaje) sea todo lo claro, preciso y explícito posible, lo que les exige saberes y destrezas que no siempre reúnen y que es necesario suplir a lo largo del proceso de edición.

4. La diversidad tipológica (temática, lingüística, estilística y de género) de las producciones escritas y la complejidad de las ideas suponen un reto más para el autor o el traductor, y a menudo se hace necesario compensar sus carencias a la hora de construir los textos y articular las ideas de manera coherente y adecuada a un tipo de texto y a un lector determinados.

5. El ingrediente específico de las publicaciones, esto es, las artes gráficas y el saber tipográfico que permiten producir textos legibles, estéticos, funcionales, manejables y duraderos, son un conocimiento técnico que los autores suelen ignorar por completo o casi por completo, y una de las carencias que más requiere que el autor no se autoedite y cuente con un editor o con la asistencia de servicios editoriales. 

6. La falibilidad, tanto humana como tecnológica; es decir, el sinfín de errores propios o por transmisión que pueden llegar a ocasionar todas las personas y profesionales por cuyas manos pasa una obra, y los fallos y deficiencias de las propias tecnologías que se usan para transformar una obra original en producto editorial.

La dificultad intrínseca al trabajo de escritura y de traducción de centrar la atención en aspectos de minucia formal (unificación de criterios gráficos, erratas, alfabetizaciones, correlaciones numéricas....).

Los efectos de la saturación (descenso de los niveles de atención y la capacidad de discernimiento por exceso de exposición a un texto y por sobrecarga cognitiva, que se da incluso entre los profesionales con una metodología de lectura específica, como los correctores).

Los riesgos del «cruce de cables» por solapamiento de tareas que se dan entre los profesionales todoterreno, es decir, en trabajadores editoriales que reúnen diversos perfiles en uno, con toda la sobrecarga de competencias y tareas que ello supone.

La dificultad (cada vez menor) de manejo de los sistemas tecnológicos de procesamiento y composición de textos, que el autor delega en profesionales de la edición.

Los errores que aparecen en el curso de la edición de la obra, debidos a las transformaciones (tecnológicas o por intervención humana) que sufre y, particularmente, a su puesta en página. La reparación de estos errores puede resultar muy costosa para la editorial si tiene que hacerse una vez publicada la obra, puesto que puede obligar a retirar y retapar toda una edición.

Los ejemplos de la ausencia de buenos profesionales de la edición y la corrección en la elaboración de una publicación son abundantes en el mundo de la autopublicación y de las publicaciones periódicas de entidades y colectivos. Pero cuando se dan en el mundo de la edición profesional y comercial pueden considerarse un fraude al autor y al lector y conllevan a menudo grandes perjuicios económicos y de imagen pública para el autor (escritor o traductor) y el editor, que se ilustran y detallan profusamente en esta conferencia impartida en el Servicio de Plublicaciones de la Universidad de Cádiz.


 
Silvia Senz

La revisión de traducción en el mundo editorial: qué es, cuándo se encarga y cómo se lleva a cabo

 

[Este artículo es un extracto de mi curso «Traducción editorial y corrección tipográfica para traductores», en AulaSIC.]

 



1. La revisión de la traducción en el mundo editorial

En el sector de la edición de libros, que una traducción deba ser revisada por un segundo traductor es un hecho excepcional. Y no tanto porque no exista la necesidad, sino porque se prefiere ahorrar el coste y repartir esta tarea a lo largo del proceso editorial, entre el editor de textos —aunque no tenga el suficiente dominio de la lengua origen— y el corrector de estilo —aunque su competencia se centre exclusivamente en la lengua destino.

Pese a ello, si se diera el caso, y suponiendo que un editor puede requerir para ello los servicios de un traductor de la casa, hay que tener en cuenta que la revisión de traducción no es una traducción nueva, sino una labor completamente distinta, para la que conviene seguir unas pautas y metodología específicas. Las que ofrecemos en este apartado están basadas en las propuestas por Brian Mossop en su obra Revising and editing for translators (Routledge, 2014).


2. El revisor de traducción

El revisor de traducción es el traductor externo (generalmente, un traductor experto del par de lenguas de y a que se haya traducido la obra) que interviene en obras traducidas con un pésimo resultado.

Este segundo traductor coteja la traducción con la obra original, con objeto de:

detectar y resolver problemas de fidelidad en la transferencia del estilo y el significado del texto de origen,

evaluar las soluciones adoptadas por el traductor en aspectos de difícil traslación

y garantizar la integridad del texto original en la traducción.


Sobre la traducción y la corrección en el proceso editorial, merece mucho la pena ver esta lección magistral que ofreció José Martínez de Sousa (en castellano, pese a que el vídeo está titulado en gallego) en la Universidad de Vigo:

«O mundo da corrección no proceso de traducción», en línea en: <https://tv.uvigo.es/video/5b5b364f8f42085d57427bac>.


3. ¿Cuándo decide el editor encargar una revisión de traducción?

Insistimos en lo dicho: raramente. Solo en el caso de que:

se le haya dado el visto bueno al traductor apresuradamente, sin haber leído su obra;

una vez la leen por fin el director editorial o el editor de mesa —o incluso el corrector de estilo externo, que en principio no se dedica a valorar ni revisar la versión, pero que a menudo es el primero en leer íntegramente la traducción—, se encuentran con una traducción que se cae de las manos, con constantes omisiones y que requiere volver atrás en la lectura a cada poco.


4. Cómo decide un editor encargar una revisión de la traducción

Los parámetros de la revisión son los aspectos que un revisor comprueba para detectar qué clase de errores contiene un texto y cuándo su mejora compete a otro traductor o cuándo puede realizarla otro profesional editorial. En Revising and editing for translators, Brian Mossop propone una serie de parámetros agrupados en cuatro bloques y expresados como preguntas sobre la traducción, seguidos por una sola palabra en mayúsculas a modo de referencia:

 



Grupo A: Problemas en la transferencia del significado (Transferencia)

1. ¿La traducción refleja el mensaje del texto original? (Precisión, fidelidad)

2. ¿Hay elementos del mensaje que se han obviado? (Integridad)


Grupo B: Problemas de contenido (Contenido)

3. ¿La secuencia de ideas tiene sentido? ¿Hay alguna incongruencia o contradicción? (Coherencia lógica)

4. ¿Hay errores factuales, conceptuales o matemáticos? (Conceptos y datos)


Grupo C: Problemas de lengua y de estilo (Lenguaje)

5. ¿El texto fluye? ¿Están las oraciones claramente conectadas? ¿Las relaciones entre las partes de cada oración están claras? ¿Hay pasajes demasiado farragosos o confusos? (Fluidez y cohesión)

6. ¿Está el lenguaje adaptado a los lectores de la traducción y al uso que van a hacer de ella? (Adecuación)

7. ¿El estilo es apropiado al tipo de texto? ¿Se ha utilizado la terminología correcta? ¿La fraseología es la habitual en este tipo de textos? (Registro)

8. ¿Se emplea un lenguaje genuino? ¿La traducción recoge las preferencias retóricas de la lengua destino? (Genio del idioma)

9. ¿Se han observado en la traducción las reglas de la gramática, la ortografía y de estilo del cliente? (Norma)


Grupo D: Problemas de la presentación material (Presentación)

10. ¿Hay algún problema en el modo en que el texto se dispone en la página: espaciado, sangría, márgenes...? (Disposición)

11. ¿Hay algún problema en el uso de la tipografía: variantes de letra (cursiva, negrita...), tipo o cuerpo de letra...? (Tipografía)

12. ¿Hay algún problema en la composición y disposición de los distintos elementos del documento: números de página, encabezados, notas al pie de la página, índice...? (Diseño y estructura)


De estos cuatro grupos, solo los problemas detectados mediante las cuestiones de los grupos C y D pueden ser realmente solventados por el editor de textos, el corrector de concepto (en obras técnico-científicas) y el corrector de estilo.

Los detectados mediante las preguntas de los grupos A y B requieren un proceso de cotejo del texto de la traducción con el texto original y de revisión a fondo de la versión, que solo puede realizar otro traductor del mismo par de lenguas, o el editor de textos si es lo bastante competente como traductor de ese par de lenguas.


5. Recomendaciones para el revisor de la traducción

En cuanto a la metodología, el revisor de traducción no debe apartarse de estos preceptos a la hora de acometer su tarea:

1. No basta con leer solo la versión: hay que cotejarla con el original.

2. No hay que preguntarse si una oración puede ser mejorada, sino si necesita ser mejorada.

3. Hay que realizar los menos cambios posibles, orientados al tipo de lector y al uso que el lector ha de hacer del texto.

4. Es preferible hacer pequeños cambios en una oración en lugar de reescribirla.

5. Conviene reducir al mínimo la posibilidad de introducir nuevos errores, evitando realizar cambios sobre los que se alberga dudas. Si no se pueden resolver, esas dudas deben ser comunicadas al cliente (el editor).

6. Cuando se lleva a cabo una corrección lingüística o una mejora estilística, hay que cerciorarse de no haber desvirtuado el texto original.

7. Cuando se realiza un cambio, hay que comprobar si este primer cambio puede conllevar la necesidad de otros cambios (concordancias, unificaciones, etc.).

8. No hay que perder el tiempo en minucias o en cuestiones discutibles que puedan distraer de los errores objetivos de mayor envergadura.

9. No debe limitarse a revisar aspectos de la microestructura del texto, obviando cuestiones macroestructurales, y viceversa.

10. Hay que evitar centrar la atención en los aspectos formales del texto (que ya corregirá el corrector de estilo), si con ello se acaban pasando por alto errores de contenido de la traducción (incongruencias, contradicciones, omisiones, etc.). Dicho sea de paso, no es raro que una obra original arrastre sus propios errores e incongruencias, que el traductor no habrá podido solucionar. En este caso, si el revisor las detecta, debe localizarlas en el texto y añadirlas a la hoja de dudas e incidencias que adjuntará al cliente, con su revisión.

11. Se deben comprobar tanto las cifras como las palabras; también son parte del mensaje.

12. Debe leerse el texto poniéndose en la piel del autor y también del lector.

13. Conviene adoptar un procedimiento que permita lograr un equilibrio razonable entre el grado de exactitud de la traducción y el grado de comprensibilidad.

14. No hay que realizar cambios que no se puedan justificar.

15. Hay que evitar imponer la propia idiosincrasia (estilo) lingüística al traductor que se revisa.

16. Al finalizar la revisión, hay que releerla de nuevo, para asegurarse de que no hay lapsus propios y todo queda bien trabado.


Como guía del proceso de traducción y de la autorrevisión que el propio traductor debe llevar a cabo en su texto, antes de entregarlo al editor, una obra muy recomendable es la de Elvira Cámara Aguilera: Hacia una traducción de calidad. Técnicas de revisión y corrección de errores, Madrid, Grupo Editorial Universitario, 1999, 181 pp.

Silvia Senz

miércoles, 27 de abril de 2022

La intercomprensión lingüística: una alternativa a la «lengua común» como vehículo de intercomunicación

 

La riqueza de las lenguas, 14: alternativas a la lengua común como vehículo de intercomunicación

Con la construcción de los Estados nación, las necesidades de intercambio y movilidad de la población —siempre plurilingüe— se habían resuelto, no sin conflicto y resistencia, mediante la elevación de la variedad cortesana de una de las lenguas del país a la categoría de lengua nacional única. En un mundo globalizado, en el que los Estados nacionales han cedido gran parte de su capacidad de decisión y gestión a las organizaciones supranacionales en las que se integran, las políticas de comunicación interlingüe no quedan restringidas a las necesidades internas del país, sino que asumen también necesidades continentales o internacionales, y, siguiendo las nuevas tendencias éticas de planificación lingüística y de gestión cultural que requiere un mundo cada vez más interconectado y abierto, enfrentan además el reto de desarrollar medios de intercomunicación eficientes y a la vez respetuosos con el patrimonio cultural intangible que son las lenguas y con los derechos de sus hablantes.

Disponer de una lengua auxiliar artificial como medio de comunicación entre comunidades lingüísticas distintas sería, sin duda, la mejor opción para responder a este reto si su promoción contara con el apoyo de todas las naciones. Siendo la lengua franca una lengua «neutral», no identificable con ningún grupo y fácilmente planificable por su propia artificialidad, daría las mismas oportunidades a todos los hablantes que la emplearan en sus ámbitos de uso y evitaría la situación que se da hoy con la que se ha erigido como única lengua franca de facto en todo el mundo, el inglés: que todos sus hablantes nativos cuentan con una clara ventaja sobre el resto de comunidades en la comunicación internacional de organismos mundiales, de la ciencia y la tecnología, y del mundo empresarial, lo que los coloca en una situación de privilegio y predominio y los acomoda en un empobrecedor monolingüismo.

La situación del inglés como única lengua franca internacional es, sin duda, fruto del poder económico, militar y político adquirido por el mundo anglosajón (particularmente por los Estados Unidos de América), un estatus que está siendo combatido por algunos de los principales bloques lingüísticos mundiales (particularmente por la Francofonía) surgidos de periodos de expansionismo imperial y colonial, que no se resignan a ver limitado su poderío mundial y a ceder el mando al mundo anglosajón, y que reclaman para sí el respeto, la visibilidad y el espacio que cínicamente niegan, en sus países, a las comunidades lingüísticas que se hallan supeditadas a su propio dominio.

Por fortuna, existen proyectos de comunicación interlingüe menos beligerantes que, desde una renovada perspectiva de planificación lingüística que pone el acento en la capacidad innata de los seres humanos para el aprendizaje simultáneo de lenguas, han desarrollado sistemas de educación pluri o sesquilingüe a partir del estudio de la relación y los elementos comunes entre una determinada familia lingüística. Es el caso del proyecto de intercomprensión románica EuroComRom

Este método, basado en un enfoque comunicativo y en el autoaprendizaje, aprovecha las similitudes entre las lenguas de una misma familia lingüística —en este caso, la románica o neolatina— poniendo ejemplos de una serie de correspondencias que se producen de manera regular entre las diversas lenguas con un origen común. Propone siete niveles (llamados tamices) de comparación, cuyo objetivo es que el estudiante relacione las formas de su lengua con las de las otras lenguas de la misma familia, aplicando unas leyes que permiten deducir el significado de los textos en las demás lenguas.

Los siete tamices, o niveles de correspondencia, son:

1. El léxico internacional, propio del ámbito científico, del deporte, de la política internacional y de las nuevas tecnologías. Una gran parte de este léxico proviene de las lenguas románicas, cosa que supone una ventaja para sus hablantes.

2. El léxico panrománico, constituido por unas 500 palabras que pertenecen al léxico básico y más frecuente de las lenguas románicas. De ellas, 147 son utilizadas en nueve lenguas románicas; otras 260 forman parte del léxico de entre cinco y ocho lenguas románicas, y otras 93 palabras son préstamos del latín culto o bien del germánico.

3. Correspondencias fónicas: este tamiz ofrece los medios para lograr la comprensión de las palabras que, en relación con su lengua originaria, han sufrido una evolución en el sonido que afecta también a la grafía.

4. Grafías y pronunciaciones: la mayoría de las grafías corresponden a los mismos sonidos en las diferentes lenguas románicas, pero hay algunos casos divergentes. En este tamiz se describen aisladamente los sonidos de cada lengua y su representación gráfica.

5. Estructuras sintácticas panrománicas: no hay prácticamente diferencias que dificulten la comprensión en la construcción de las oraciones gramaticales de las diferentes lenguas románicas.

6. Correspondencias morfosintácticas: se estudian la comparación del adjetivo, el artículo, el plural en la flexión nominal, la contracción de preposición y artículo, las marcas de genitivo, dativo y acusativo, y las flexiones verbales (persona, tiempo y modo). La morfología verbal es la más compleja y la que presenta más diferencias en el conjunto de las lenguas.

 

El método EuroComRom forma parte del proyecto EuroCom, que reúne métodos de intercomprensión en las tres grandes familias de lenguas europeas (románica, eslava y germánica) y rechaza la idea de la unificación lingüística por imposición —legal o de mercado— de una lengua única entre los europeos. 

Por desgracia, la propuesta de EuroCom no ha acabado recibiendo el impulso de las propias instituciones europeas, lo cual era previsible teniendo en cuenta que la UE está formada por
países que mantienen un sistema educativo en el que la intercomprensión se logra por medio de una «lengua común», generalmente la del grupo etnolingüístico históricamente en el poder, como es el caso del castellano en España. A pesar de ello, a partir de EuroCom.Rom se han desarrollado métodos de enseñanza de un número limitado de lenguas romances, como EuRom 5 (PT, CA, IT, ESP, FR) o como esta propuesta de enseñanza integrada de las lenguas catalana y castellana dirigida a adultos con un conocimiento previo de una de las dos.

Esperemos que, algún día, la política europea multilingüe —como la de la «España plural»— decida pasar de las apariencias a la acción y se inicie con ello una difusión y promoción más decidida de estas iniciativas que acabe evidenciando la obsolescencia de la vieja fórmula de la lengua común única (nacional, europea o mundial). Particularmente en los territorios monolingües, este cambio de paradigma en la concepción, la gestión y la enseñanza de las lenguas requiere, previamente, reeducar a la clase política, a los medios de comunicación, a los educadores y, por medio de ellos, a una ciudadanía anclada en una visión jerarquizada y excluyente de las lenguas (y de sus variedades). Pero también exige despertar las conciencias sobre el excepcional valor cultural y científico que atesoran aquellas lenguas que, como el vasco, quedan aisladas del resto de idiomas de su entorno, un valor que, por sí mismo, justifica la más firme e innegociable política de preservación. 

En España, las constantes proclamas propagandísticas sobre la imparable expansión del español (o castellano) y la constante apuesta presupuestaria por «proyectos estratégicos» centrados en la promoción casi exclusiva de esta lengua, que discurren en paralelo a campañas orientadas a hacer retroceder y asfixiar las demás lenguas del Estado, no nos permiten albergar muchas esperanzas.

 

Bibliografía recomendada:

Ceberio, María Elena (2005): «Descubrir otras lenguas con el espejo de la propia. El caso de la “intercomprensión” en el proyecto GALANET», Salta, Argentina [doc. electrónico].

Clua, E., P. Estelrich, H. G. Klein y T. D. Stegmann (2003): EuroComRom. Els set sedassos: Aprendre a llegir les llengües romàniques simultàniament, Aquisgrán: Shaker.

López Alonso, Covadonga, y Arlette Séré (2005): «GALANET: una plataforma de enseñanza multimedia interactiva para la intercomprensión en lenguas románicas», en Luis Santos Río (coord.): Palabras, norma, discurso: en memoria de Fernando Lázaro Carreter, Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Martín, E., E. Clua, Horst G. Klein y Tilbert D. Stegmann (2001): EuroComRom - los siete tamices : un fácil aprendizaje de la lectura en todas las lenguas románicas ; [con CD-ROM ; español - català - français - italiano - português - românã - galego - occitan], Aquisgrán: Shaker Verlag.

Schmidely, Jack (coord.), Manuel Alvar Ezquerra y Carmen Hernández González (2001): De una a cuatro lenguas. Intercomprensión románica: del español al portugués, al italiano y al francés, Madrid: Arco/Libros.

Vez, José Manuel (2007): «La cultura europea de la intercomprensión», Cauce, Revista Internacional de Filología y su Didáctica, núm. 30.

 

Silvia Senz