Hay excelentes correctores que no saben de tipografía sino lo elemental, pero que se niegan a aprenderla porque la suponen ajena a sus actividades. [Roberto Zavala Ruiz, El libro y sus orillas, p. 267.]
Hace
ya más de veinte años, recién licenciada en la Facultad de
Filología, inicié mi andadura en el mundo editorial con un curso de
corrección tipográfica de 50 horas, impartido por los avezados
correctores de Editorial Anthropos. Las primeras lecciones trataron
de la materia fundamental que distingue este tipo de corrección del
resto: la tipografía. En aquellas intensas sesiones, al tiempo que
aprendíamos a apreciar la proporción y la armonía en los textos
compuestos y a manejar esa regla extraña llamada tipómetro,
completos analfabetos tipográficos nos fogueamos en lo que iba a ser
nuestro modus vivendi: aguzar nuestro «ojo tipográfico», la
capacidad radiestésica de captar y discernir cualquier discordancia
gráfica.
Entrar
en el mundo editorial mascando el ingrediente básico de los libros
me resultó utilísimo para empezar a desmontar uno de los tópicos
recurrentes sobre la corrección profesional: que es una tarea de
acomodación del lenguaje a un molde o modelo idiomático. Entender
los fundamentos del arte tipográfico (legibilidad, estética,
coherencia, proporcionalidad y funcionalidad) me facilitó el camino
para comprender que corregir no es ajustar un texto a los preceptos
de una norma, sino a principios cuya finalidad común es optimizar el
peculiar
proceso de comunicación
diferida que es el escrito, algo que en cada caso se alcanza por
distintos caminos.
Un
buen día, hará unos cuatro o cinco años, esta instructiva
transmisión del conocimiento tipográfico debió de sufrir
una drástica interrupción,
porque de repente empecé a recibir currículums de correctores
«ortotipográficos» que se ofrecían para corregir pruebas o
incluso «maquetas», y también empecé a tratar con editores que pasaron a llamar
alegremente «ortos» a las otrora galeradas. No era la primera vez
que me encontraba con deformaciones de este estilo. Como ya han
denunciado en diversas ocasiones
renombrados bibliólogos, tipógrafos
y diseñadores
gráficos, uno
de los signos recurrentes de la progresiva desprofesionalización del
sector editorial (la «edición
sin editores»
de la que hablaba André Schiffrin) es la confusión terminológica
que exhiben correctores, editores y tipógrafos advenedizos, una
evidencia epidérmica de carencias formativas mucho más graves.
Con el
fin de contribuir a dar sentido, vigencia y continuidad a este saber,
valgan estos breves apuntes para aclarar conceptos:
1.
Qué es la tipografía
La
tipografía
es el conjunto de principios y conocimientos tradicionales sobre
diseño de grafismos, composición tipográfica, y disposición y
compaginación (puesta en página) de los diversos elementos que
conforman un texto, en combinación con elementos espaciales
(blancos) e icónicos.
La
tipografía es un saber forjado durante siglos de práctica en las
imprentas y las editoriales, y remodelado y perfeccionado gracias a
los avances tecnológicos y a la aplicación sistemática de
criterios de legibilidad, estética, proporcionalidad, funcionalidad
y coherencia gráfica. Grosso modo, comprende los siguientes
aspectos:
• Tipología:
1.
Los tipos de letra: anatomía del tipo y variedades (estilos,
familias, y series o clases).
2.
Anatomía y variedades de otros tipos de grafismos (signos
especiales, cifras, filetes, tramas y ornamentos).
–
Factores
de legibilidad.
– Principios
de estética tipográfica.
• Tipometría:
– Sistemas
de medida y cálculo tipográfico.
– Formatos
de papel.
• Composición y disposición tipográficas:
1.
Principios de proporcionalidad y funcionalidad tipográficas
aplicados a:
– el
cálculo de las medidas de la caja del texto y de los márgenes;
– el
cálculo de las medidas de las columnas y los corondeles;
– la
distribución modular de elementos textuales e icónicos según cada
tipo de publicación;
–
la
aplicación y medidas de los
blancos en relación con los textos a los que se aplican;
– los
cuerpos y la interlínea de los elementos textuales y extratextuales
(según jerarquía interna, formato, medidas de la caja, legibilidad
de la letra y tipo de lector);
– la
medida de las capitulares.
2. Principios de funcionalidad, legibilidad, coherencia y estética tipográficas aplicados a la selección de:
– las
familias y variantes de letra;
– las
variantes de cifras empleadas en cuadros, texto general, títulos,
folios numéricos...;
– los
tipos de párrafo (según tipo de obra, legibilidad del párrafo y
tipo de elemento textual y extratextual);
– los
signos que establecen la jerarquía tipográfica de apartados y
subapartados;
– el
tipo y la disposición de las capitulares;
– la
distribución de grafismos y contragrafismos en la página;
– la
composición (tipográfica) y disposición de los lemas;
– la
composición y disposición de los sumarios;
–
la
composición y disposición de los poemas;
–
la
composición y disposición de los textos de obras teatrales;
–
la
composición y disposición de las fórmulas;
–
la
composición y disposición de los intercalados;
–
la
composición y disposición de los cuadros;
–
la
composición y disposición de los diversos tipos de títulos;
–
la
composición y disposición de rotulados y pies de figura;
– la
composición y disposición de los diversos tipos de notas;
– la
composición y disposición de los diversos tipos de índices;
– la
composición y disposición de las bibliografías;
– la
composición y disposición de las cronologías;
–
la
composición y disposición de las firmas;
– el
tipo de folio explicativo y su composición y disposición;
– el
tipo de folio numérico y su composición y disposición;
– los
símbolos y ornamentos;
– las
ligaduras;
– las
tramas;
– los
colores.
• Compaginación:
– Cálculo
de las páginas de una obra.
– Orden
y disposición de las partes de una obra en la compaginación.
En
castellano, existen diversas obras
útiles
para iniciarse en el arte tipográfico:
Buen,
Jorge de: Manual
de diseño editorial, 3.ª
edición, corregida y aumentada, Gijón: Trea, 2008.
Martínez
de Sousa, José: Manual
de edición y autoedición, Madrid:
Pirámide, 1994.
— «La
diacrisis tipográfica», Español
actual: Revista de español vivo: monográfico sobre ortografía y
ortotipografía, núm.
88 (2007), pp. 63-80.
Zavala
Ruiz, Roberto: El
libro y sus orillas: tipografía, originales, redacción, corrección
de estilo y de pruebas, 6a.
reimp. de la 3a. ed. corregida, México: UNAM, 2005.
2. Qué
es la ortotipografía y qué es la corrección ortotipográfica
La ortotipografía,
por su parte, es la parte de la ortografía técnica que se ocupa del
estudio y la aplicación de los principios tipográficos de estética,
funcionalidad, proporcionalidad, legibilidad y coherencia gráfica en
la escritura con caracteres y blancos tipográficos.
En
edición (comercial o no), la corrección
ortotipográfica se realiza en diversas fases:
1)
en el original de un texto antes de que se componga (es decir, antes
de que adquiera forma de publicación virtual, siguiendo un diseño
gráfico y una compaginación preestablecidos);
2)
en las pruebas tipográficas de un texto, ya compuesto y (pre)compaginado.
La
ortotipografía comprende los siguientes aspectos:
–
grafía
y aplicación
de las variantes de letra: redonda, cursiva, negrita, versalita,
ancha y estrecha, superíndice y subíndice, etcétera;
–
normas
de alineación;
–
disposición
(a párrafo seguido o aparte) y puntuación de las citas;
–
puntuación
de todos los elementos textuales (texto general) y extratextuales
(textos de pies de figura, cuadros, gráficas, etc.);
–
signos
(llamadas y notación) empleados en los diversos tipos de notas y
puntuación que les afecta;
–
uso
de espacios fino, de pelo y fijo;
–
grafía
y usos de los signos tipográficos;
–
grafía
y puntuación de enumeraciones en listas (apartados y subapartados);
–
normas
de partición o separación de elementos de texto (palabras,
abreviaciones, símbolos, unidades consonánticas, diptongos,
triptongos, dígrafos, trígrafos, títulos, direcciones de
Internet...) a final de línea en las pruebas tipográficas.La normativa ortotipográfica no es competencia de las academias de la lengua. Como todo saber tipográfico, se desarrolló en el mundo del impreso y se halla dispersa en infinidad de fuentes, algunas oficiales e internacionales (como las que afectan a los signos de corrección), pero la mayoría de origen particular y uso restringido (libros de estilo y códigos tipográficos).
En
castellano, el principal compilador y sistematizador de esta
normativa, y a la vez analista crítico y optimizador de la
ortografía académica, es José Martínez de Sousa, y por ello
sus obras constituyen la principal referencia en esta materia:
Martínez
de Sousa, J.: Diccionario
de uso de las mayúsculas y minúsculas, 2.ª
ed., Gijón: Trea, 2010.
— Manual
de estilo de la lengua española,
4.ª ed., Gijón: Trea, 2012.
— Ortografía
y ortotipografía del español actual,
Gijón: Trea, 2008, 2.ª ed. [En proceso de revisión para una 3.ª
edición.]
3. El corrector tipográfico, la ortotipografía y la tipografía
En
edición profesional, el corrector
tipográfico
es aquel profesional del control de calidad del texto que se ocupa
de corregir pruebas tipográficas, es decir, pruebas impresas de
la obra ya compuesta tipográficamente en una maqueta virtual, según
el diseño y compaginación predeterminados con los que se ofrecerá
al lector.
En
lo relativo a la ortotipografía y la tipografía,
el corrector tipográfico se encarga de realizar las siguientes
tareas:
1. Con el texto original corregido a mano (si este se ha corregido en papel), de verificar que todas las correcciones ortotipográficas realizadas en él se hayan trasladado fielmente a la maqueta de la obra, de enmendar las que se hayan malinterpretado y trasladado erróneamente, y de realizar aquellas correcciones ortotipográficas que puedan haberse omitido debido a un lapsus del corrector del original o del compaginador.
2. Con la ayuda de un tipómetro, y teniendo a mano las pautas de composición tipográfica y de compaginación de la obra establecidas por el diseñador gráfico —que eventualmente se habrán marcado (señalizado) en el texto original— y un catálogo con la escala de cuerpos de los tipos de letra empleados, de comprobar la correcta aplicación de los siguientes parámetros:
–
medidas
de la caja de texto y altura en líneas;
–
altura
de la línea de arranque de capítulo;
–
medida,
tipo y disposición de las letras capitulares;
–
medidas
de las cajas de elementos extratextuales;
–
medidas
de los márgenes;
–
medidas
de las columnas y medianiles en composición modular;
–
tipos
de letra (estilo y familia) de cada elemento textual (texto
principal) y extratextual (folios, folios explicativos, notas,
ladillos, índices, sumarios, bibliografías, cronologías, lemas,
cuadros, pies de figura, colofón...);
–
cuerpo/interlínea
del tipo de letra seleccionado para cada elemento textual y
extratextual;
–
disposición
y medidas de sangrías y de líneas de blanco aplicados a los
diversos textos;
–
medidas
y disposición de los blancos de cortesía;
–
las
clases (variantes) de letra (cursiva, redonda, negrita, versalita,
falsa versalita...) en que deben componerse ciertos elementos
textuales (siglas, títulos y subtítulos) y extratextuales (índices,
lemas, dedicatoria, ladillos, sumarios, cronologías, cuadros, pies
de figura, colofón...);
–
tipos
de cifras empleados (en cuadros, texto general, títulos, folios
numéricos...);
–
tipos
de folios numéricos (en cifras romanas el pliego de principios y en
arábigas el resto);
–
tipos
de párrafo de cada elemento textual y extratextual;
–
composición
de cada tipo de intercalado (documentos, poesías o citas textuales
en párrafo aparte);
–
disposición
en la página o en la obra de elementos extratextuales (folios,
folios explicativos, notas, ladillos, índices, sumarios,
bibliografías, cronologías, lemas, cuadros, pies de figura,
colofón...).
–
signos
que establecen la jerarquía tipográfica de apartados y
subapartados;
–
tipos
y medidas de filetes;
–
tipos
y medidas de ornamentos;
–
tipos
de tramas;
–
colores;
–
instrucciones
para el tratamiento del espaciado;
–
instrucciones
para la partición de elementos de texto a final de línea;
–
uso
de ligaduras;
– orden
y compaginación de las partes de la publicación.
3. De corregir, con las marcas adecuadas:
– errores
en la traslación al texto compuesto de las pautas de composición y
compaginación;
– erratas
(errores de tecleado);
– confusiones
en el empleo de signos con apariencia tipográfica similar;
– la
cantidad incorrecta de particiones con guión en líneas
consecutivas;
–
la
partición o
separación incorrecta de elementos de texto (palabras,
abreviaciones, símbolos, unidades consonánticas, diptongos,
triptongos, dígrafos, trígrafos, títulos, direcciones de
Internet...) a final de línea;
– la
repetición en líneas consecutivas y en el mismo lugar de texto
idéntico (más de dos caracteres);
– los
blancos incorrectos;
– las
líneas incorrectas;
– las
páginas incorrectas.
4. De detectar y poner al editor sobre aviso de los problemas derivados de un diseño gráfico que incumple con los principios de funcionalidad, coherencia, legibilidad y proporcionalidad.
Como
se ve, pues, la
corrección ortotipográfica no es ni una profesión ni una fase
concreta del proceso de edición, sino un foco de atención
propio de la tarea de corrección de textos que, en el campo
editorial, se desarrolla tanto antes de componer y compaginar una
obra como después, y es por ello competencia tanto del corrector de
originales (o corrector de estilo) como del corrector de pruebas (o
corrector tipográfico). Entender estas precisiones y su relevancia
en la cadena de transformaciones y optimizaciones que es la edición
de textos resulta fundamental para desenvolvernos como correctores
verdaderamente profesionales. Comprenderlas sirve al traductor y al editor para
discernir los diversos objetivos, procesos y métodos de la
corrección profesional y para apreciar el valor distintivo y aditivo
que cada uno de ellos aporta a la calidad final de una traducción.
Silvia
Senz