[Este
artículo es un extracto de mi curso «Traducción
editorial y corrección tipográfica para traductores»,
en AulaSIC.]
1.
La revisión de la traducción en el mundo editorial
En
el sector de la edición de libros, que una traducción deba ser
revisada por un segundo traductor es un hecho excepcional.
Y no tanto porque no exista la necesidad, sino porque se prefiere
ahorrar
el
coste y repartir esta tarea a
lo largo del proceso
editorial, entre
el editor de textos —aunque no tenga el suficiente dominio de la
lengua origen— y el corrector de estilo —aunque su competencia se
centre exclusivamente en la lengua destino.
Pese
a ello, si se diera el caso, y suponiendo que un editor puede
requerir para ello los servicios de un traductor de la casa, hay que
tener en cuenta que la revisión de traducción no es una traducción
nueva, sino una labor completamente distinta, para la que conviene
seguir unas pautas y metodología específicas. Las que ofrecemos en
este apartado están basadas en las propuestas por Brian Mossop en su
obra Revising
and editing for translators (Routledge,
2014).
2.
El
revisor de traducción
El
revisor de traducción es
el traductor externo (generalmente, un traductor experto del par de
lenguas de y a que se haya traducido la obra) que interviene en obras
traducidas con un pésimo
resultado.
Este
segundo traductor coteja la traducción con la obra original, con
objeto de:
•
detectar
y resolver problemas de fidelidad en la transferencia del estilo y el
significado del texto de origen,
•
evaluar
las soluciones adoptadas por el traductor en aspectos de difícil
traslación
• y
garantizar la integridad del texto original en la traducción.
Sobre
la traducción y la corrección en el proceso editorial, merece
mucho la pena ver esta lección magistral que ofreció José
Martínez de Sousa (en castellano, pese a que el vídeo está
titulado en gallego) en la Universidad de Vigo:
«O
mundo da corrección no proceso de traducción», en línea en:
<https://tv.uvigo.es/video/5b5b364f8f42085d57427bac>.
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3.
¿Cuándo
decide el editor encargar una revisión de traducción?
Insistimos
en lo dicho: raramente. Solo en el caso de que:
• se
le haya dado el visto bueno al traductor apresuradamente, sin haber
leído su obra;
• una
vez la leen por fin el director editorial o el editor de mesa —o
incluso el corrector de estilo externo, que en principio no se dedica
a valorar ni revisar la versión, pero que a menudo es el primero en
leer íntegramente la traducción—, se encuentran con una
traducción que se cae de las manos, con constantes omisiones y que
requiere volver atrás en la lectura a cada poco.
4.
Cómo
decide un editor encargar una revisión de la traducción
Los
parámetros de la revisión son los aspectos que un revisor comprueba
para detectar qué clase de errores contiene un texto y cuándo su
mejora compete a otro traductor o cuándo puede realizarla otro
profesional editorial. En Revising
and editing for translators, Brian
Mossop propone una serie de parámetros agrupados en cuatro bloques y
expresados como preguntas sobre la traducción, seguidos por una sola
palabra en mayúsculas a modo de referencia:
Grupo
A: Problemas en la transferencia del significado (Transferencia)
1. ¿La
traducción refleja el mensaje del texto original? (Precisión,
fidelidad)
2. ¿Hay
elementos del mensaje que se han obviado? (Integridad)
Grupo
B: Problemas de contenido (Contenido)
3. ¿La
secuencia de ideas tiene sentido?
¿Hay alguna incongruencia o contradicción? (Coherencia
lógica)
4. ¿Hay
errores factuales, conceptuales o matemáticos? (Conceptos y datos)
Grupo
C: Problemas de lengua y de estilo (Lenguaje)
5. ¿El
texto fluye? ¿Están las oraciones claramente conectadas? ¿Las
relaciones entre las partes de cada oración están claras? ¿Hay
pasajes demasiado farragosos o confusos? (Fluidez y cohesión)
6. ¿Está
el lenguaje adaptado a los lectores de la traducción y al uso que
van a hacer de ella? (Adecuación)
7. ¿El
estilo es apropiado al tipo de texto? ¿Se ha utilizado la
terminología correcta? ¿La fraseología es la habitual en este tipo
de textos? (Registro)
8. ¿Se
emplea un lenguaje genuino? ¿La traducción recoge las preferencias
retóricas de la lengua destino? (Genio del idioma)
9. ¿Se
han observado en la traducción las reglas de la gramática, la
ortografía y de estilo del cliente? (Norma)
Grupo
D: Problemas de la presentación material (Presentación)
10.
¿Hay algún problema en el modo en que el texto se dispone en la
página: espaciado, sangría, márgenes...? (Disposición)
11.
¿Hay algún problema en el uso de la tipografía: variantes de letra
(cursiva, negrita...), tipo o cuerpo de letra...? (Tipografía)
12. ¿Hay
algún problema en la composición y disposición de los distintos
elementos del documento: números de página, encabezados, notas al
pie de la página, índice...? (Diseño y estructura)
De
estos cuatro grupos, solo los problemas detectados mediante las
cuestiones de los grupos
C y D pueden
ser realmente solventados por el
editor de textos, el corrector de concepto (en obras técnico-científicas) y el corrector de estilo.
Los
detectados mediante las preguntas de los grupos
A y B requieren
un
proceso de cotejo del texto de la traducción con el texto original y
de revisión
a fondo de la versión,
que
solo puede realizar otro traductor del mismo par de lenguas, o el
editor de textos si es lo bastante competente como traductor de ese
par de lenguas.
5.
Recomendaciones
para el revisor de la traducción
En cuanto a la metodología, el revisor de traducción no debe apartarse de estos preceptos a la hora de acometer su tarea:
1.
No basta con leer solo la versión: hay que cotejarla con el
original.
2. No hay
que preguntarse si una oración puede ser mejorada, sino si necesita
ser mejorada.
3. Hay
que realizar los menos cambios posibles, orientados al tipo de lector
y al uso que el lector ha de hacer del texto.
4. Es
preferible hacer pequeños cambios en una oración en lugar de
reescribirla.
5.
Conviene reducir al mínimo la posibilidad de introducir nuevos
errores, evitando realizar cambios sobre los que se alberga dudas. Si
no se pueden resolver, esas dudas deben ser comunicadas al cliente
(el editor).
6. Cuando
se lleva a cabo una corrección lingüística o una mejora
estilística, hay que cerciorarse de no haber desvirtuado el texto
original.
7. Cuando
se realiza un cambio, hay que comprobar si este primer cambio puede
conllevar la necesidad de otros cambios (concordancias,
unificaciones, etc.).
8. No hay
que perder el tiempo en minucias o en cuestiones discutibles que
puedan distraer de los errores objetivos de mayor envergadura.
9. No
debe limitarse a revisar aspectos de la microestructura del texto,
obviando cuestiones macroestructurales, y viceversa.
10.
Hay que evitar centrar la atención en los aspectos formales del
texto (que ya corregirá el corrector de estilo), si con ello se
acaban pasando por alto errores de contenido de la traducción
(incongruencias, contradicciones, omisiones, etc.). Dicho sea de
paso, no es raro que una obra
original arrastre sus propios errores e incongruencias, que el
traductor no habrá podido solucionar. En este caso, si el revisor
las detecta, debe localizarlas en el texto y añadirlas a la hoja de
dudas e incidencias que adjuntará al cliente, con su revisión.
11. Se
deben comprobar tanto las cifras como las palabras; también son
parte del mensaje.
12. Debe
leerse el texto poniéndose en la piel del autor y también del
lector.
13.
Conviene adoptar un procedimiento que permita lograr un equilibrio
razonable entre el grado de exactitud de la traducción y el grado de
comprensibilidad.
14. No
hay que realizar cambios que no se puedan justificar.
15. Hay
que evitar imponer la propia idiosincrasia (estilo) lingüística al
traductor que se revisa.
16. Al
finalizar la revisión, hay que releerla de nuevo, para asegurarse de
que no hay lapsus propios y todo queda bien trabado.
Silvia Senz