sábado, 25 de abril de 2015

Autoridad, norma y corrección, 4: ¿a qué modelo de estándar pertenece la norma académica?


 
Como ya hemos visto, el estándar de una lengua no es un reflejo de la lengua viva, sino una elaboración restrictiva de la variedad, convencional y en buena medida arbitraria, que sirve de patrón de referencia para ciertos usos idiomáticos. 
Del mismo modo que en la elaboración de un estándar se criban los usos lingüísticos para fijar unos y desechar otros en función de cierto sistema de valores, la ideología de los organismos estandarizadores y los fines políticos del estándar también resultan determinantes a la hora de modelarlo.

A continuación, enumeraremos los diversos modelos de estandarización ensayados para las lenguas, según los objetivos políticos de planificación lingüística a que responde del estándar, y veremos a cuáles de ellos ha respondido y responde la norma académica del castellano.
 
1. Modelo unitarista

Corresponde a este modelo todo estándar que, partiendo de la idea previa de comunidad lingüística, elabore para ella un solo estándar general
El estándar del español siempre ha sido unitarista, con ampliación de la base de selección en el llamado estándar panhispánico.


2. Modelo pluricéntrico

Es justo lo opuesto al modelo unitarista. Corresponde al modelo pluricéntrico toda lengua para la que se haya elaborado más de un estándar general. Esta situación puede darse tanto en lenguas que cuenten con organismos oficiales de normalización (caso del catalán, que tiene dos estándares: el fabriano, elaborado por la Secció Filològica del Institut d’Estudis Catalans, y el valenciano, elaborado por la Acadèmia Valenciana de la Llengua) como en lenguas que no los tengan (por ejemplo, el inglés).
En las lenguas sin organismos normativos, son los especialistas (lexicógrafos, ortógrafos, gramáticos), los medios de comunicación y las editoriales quienes crean diversas obras y modelos de lengua de referencia que hacen las veces de estándares.
En las lenguas que cuentan con academias, son estos organismos los que crean y difunden el estándar. En el caso del español, el modelo de estandarización oficial (el académico) no es pluricéntrico, sino unitarista, puesto que todas las academias elaboran conjuntamente un único estándar.
Asunto distinto es que para el castellano, al igual que para las lenguas sin «academias», también existen otros medios capaces de crear y difundir modelos referenciales de lengua, es decir, norma particular. Los medios escritos y audiovisuales (locales, nacionales e internacionales), las empresas que utilizan el español en mercados globales, y los medios políticos internacionales llevan décadas creando formas estandarizadas que responden a sus propias necesidades productivas y de mercado. Sin ir más lejos, la traducción al español de las tres últimas entregas de Harry Potter cuenta con tres versionesdistintas, según tres pseudoestándares nacionales o regionales, aplicados —según criterios propios— por las traductoras/adaptadoras, a quienes la editora española que ostenta los derechos de traducción al español de la saga (Salamandra, radicada en Barcelona) encargó las tres ediciones. En el caso de la quinta entrega, la versión para España fue realizada por Gemma Rovira Ortega (traductora de las tres últimas entregas de la serie), en traducción directa del inglés; de la versión distribuida en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay se encargó María José Rodríguez Murguiondo (Argentina), quien adaptó la versión española a formas generales en el Cono Sur (suponemos que con toda la dificultad que implica abarcar un área tan extensa); la versión destinada a los mercados norteamericanos (México y Estados Unidos), distribuida desde México, fue realizada por Myriam Rudoy (mexicana), también adaptando la versión de Gemma Rovira. Las diferencias entre versiones responden a exigencias del mercado —los seguidores americanos de la saga habían expresado quejas por la dificultad para comprender ciertos usos de la traducción española en las entregas anteriores— y se concretan en usos léxicos, morfosintácticos y pragmáticos divergentes (jugo por zumo, tomar por coger; cantar a los gritos por cantar a voz en grito; empleo de las fórmulas de tratamiento personal y de cortesía propios de cada zona...). La finalidad de estas versiones no sólo es resultar comprensibles para los lectores de cada zona, sino también adecuadas y aceptables, es decir, reconocibles como usos naturales y propios; y, desde luego, satisfacer con ello al cliente.


No sabemos hasta qué punto en las elecciones de estas tres profesionales hay discrepancia con respecto al estándar académico del español, incluso con respecto a su nueva modalidad panhispánica (parcialmente inclusiva de la variedad geolectal), pero aventuramos que será mayor que la que muchos académicos tolerarían. Y aventuramos también que, de haberse realizado directamente tres traducciones distintas (o más) de Harry Potter, el resultado final habría sido mucho más divergente que siendo las dos versiones americanas resultado de una adaptación de la traducción al español peninsular (o al español de Cataluña, teniendo en cuenta la impregnación de catalanismos que suele detectarse en las traducciones al castellano realizadas por la potentísima industria editorial barcelonesa). A fin de cuentas, al igual que una lengua expansiva —como lo son todas las lenguas poscoloniales— mantiene su estatus gracias a la fuerza del mercado lingüístico que se deriva de su expansión territorial y demográfica y de su predominio social, también su fragmentación o, mejor dicho, la fragmentación de su forma general estandarizada —que es lo que hoy realmente preocupa a los agentes de planificación del español— obedece a los mandatos de ese mismo mercado. Es más: el día —no muy lejano— en que el paso de la edición de libros al modo digital y la extensión de las nuevas licencias de explotación y reproducción de las obras sujetas a derechos de autor (las licencias Creative Commons) permitan flexibilizar las concesiones de derechos de traducción y abran vías más libres de difusión de las producciones editoriales; o, simplemente, el día en que la edición en español no sea asunto exclusivo de hispanohablantes preocupados por la unidad y pureza del idioma —como ya ocurre en Estados Unidos— se abrirá la veda a múltiples modelos idiomáticos editoriales, que alcanzarán a su propio mercado local a través de la red. Ese día, en un área de variación lingüística tan extensa (como poco descrita) y en un territorio política y económicamente tan fragmentado —y por ello difícilmente planificable según pautas comunes— como los que corresponden al español, a duras penas podrá seguir sosteniéndose un estándar general unitarista.

3. Modelo monocéntrico

Es un modelo de estandarización unitarista en el que se selecciona una sola variedad geográfica como base del estándar general. El resto se desecha y queda en una posición de contraste con respecto al modelo común. No obstante, la variedad de base también queda distanciada del estándar, debido al proceso reductor y transformador de que este resulta. 



A este modelo corresponde el estándar del francés y, hasta la nueva estandarización panhispánica, también el del español. Puede ocasionar tensiones con las variedades no seleccionadas, que en el caso del castellano explican —en parte— el cambio de modelo normativo.

4. Modelo composicional (o compositivo)

Es un modelo de estandarización unitarista sintético, que se construye como modelo de lengua general sobre la base de todas las variedades geográficas de una lengua, aunque algunas pueden tener mayor aportación que otras. Es decir, parte de una idea previa de comunidad lingüística y de la voluntad de integración de todas las partes que la constituyen.
Es común en estandarizaciones modernas como la del vasco unificado (euskera batua), y, en parte, la del aragonés y la del catalán (estándar fabriano; Bibiloni, 2000: 109-141), que presentan también polimorfismo. Este modelo exige una codificación donde se prioricen los criterios de diasistematicidad, de regularidad, de difusión y de representatividad. Y los organismos que elaboran estándares composicionales deben contar con especialistas de toda el área dialectal de la lengua. Así ocurre, por ejemplo, en la Secció Filològica del Institut d’Estudis Catalans, con sede en Barcelona, que elabora el estándar fabriano y tiene entre sus miembros a especialistas de cuatro países: Andorra, Italia, Francia y España; y dentro de España, de cuatro comunidades autónomas: Aragón (la Franja), Cataluña, Islas Baleares y Comunidad Valenciana. Para mayor garantía de integración, la nueva edición de la gramática de la Secció Filològica está dirigida por el vicepresidente de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (miembro también de la catalana), Manuel Pérez Saldanya.
La aplicación de un modelo composicional da pie, en un inicio, a un estándar que se percibe como artificioso. Precisamente su artificialidad y su carácter equidistante lo hace más fácilmente aplicable a las lenguas que presentan poca variedad geográfica o incluso a subvariedades —sería, por ejemplo, idónea para la estandarización del andaluz—, donde las distancias lingüísticas internas son menores y el estándar resultante presentará mayor similitud con las variedades de base.

4.1. Propuestas composicionales para la norma del español: la norma ideal hispánica de Lope Blanch

A pesar de que el español, como todas las lenguas con un pasado colonial y una vasta expansión geográfica, presenta una amplia variedad, el lingüista J. M. Lope Blanch (padre del Proyecto de Estudio Coordinado de la Norma Lingüística Culta de las Principales Ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica) formuló una propuesta de norma hispánica ideal (1995 y 2001) que combinaba principios composicionales y polimórficos. Desglosaremos a continuación sus puntos principales (cf. Lope Blanch, 2001: en línea):

1. La norma ideal hispánica estaría constituida por la totalidad de los hechos lingüísticos comunes a todas las normas nacionales cultas, de reconocido prestigio. (Criterios de diasistematicidad y diastrático.)
2. En los casos de divergencia gramatical (polimorfismo) entre los usos nacionales o regionales normales de los hispanohablantes cultos («norma culta» llama Lope Blanch a lo estadísticamente usual entre los instruidos), se aplicarán los siguientes principios adicionales de criba:
a) La forma gramatical, histórica, cultural o geográficamente menos justificable (criterios de regularidad, historicidad, diafásico y diatópico) no podrá considerarse como propia de la norma hispánica, aunque sea válida en una —o varias— normas nacionales.
b) Si dos formas divergentes son igualmente justificables y están respaldadas, cada una de ellas, por una norma nacional de prestigio, habrá que aceptar las dos formas divergentes como propias de la norma hispánica, es decir, habrá que admitir una dualidad o una pluralidad de normas diferentes dentro de la norma hispánica ideal (polimorfirsmo).



Para ilustrar estas soluciones, Lope Blanch las aplicaba a una serie de rasgos divergentes; entre ellos:

Pronombres personales y posesivos. El plural de es vosotros en España, pero lo es ustedes en prácticamente toda América; paralelamente, el plural de tuyo es vuestro en Castilla, pero suyo en Hispanoamérica. El personal de España y de muchos países americanos, México entre ellos, es vos en otros, dentro de normas lingüísticas de alto prestigio, como la argentina o la uruguaya.
De un lado, Lope Blanch considera que la aceptación del ustedes y el suyo americanos como formas más diasistemáticas no puede excluir de la norma hispánica el vosotros y el vuestro españoles, por principios de historicidad, diafásico y canónico. En cambio, sí aventura otro trato para el voseo propio de algunas hablas hispanoamericanas de indudable prestigio actual, como las del Río de la Plata, de las que dice que no gozan «del respaldo cultural y social del pasado histórico de la lengua española —de que sí gozan, indudablemente, vosotros y vuestro—, ya que durante el siglo xvi la forma pronominal vos fue siendo arrinconada en España y en América por el cortesano procedente de la metrópoli española». De modo que, aunque este vos sea «válido, indudablemente, dentro de las hablas cultas que lo han mantenido hasta nuestros días, quizá su validez no alcanza a la norma hispánica general».
La pronominalización se los en lugar del ortodoxo se lo u os lo (Ya compré el uniforme a los niños. > Ya se los compré. / Dije a ustedes que no llegaran tarde a la fiesta > Se los dije), propia de la norma culta mexicana según Lope Blanch —o más bien de la norma americana en las condiciones que cita C. Company y Company, 2008: 25-26—, deberá rechazarse por tener lo que él considera un carácter «agramatical». No puede ser agramatical lo que es ya parte de un sistema linguístico, así que entendemos que Lope rechazaba esta forma más bien por no ajustarse a los criterios de historicidad y canónico.
En el caso del leísmo castellano, pese a la «clara y etimológica distinción lo/le prevaleciente en Hispanoamérica y también —aunque más débilmente— en dialectos españoles meridionales y atlánticos», Lope Blanch considera que «no sería factible condenar el uso castellano, nacido ya en la lejana Edad Media y respaldado por las máximas autoridades literarias y culturales de los Siglos de Oro, como Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina o Calderón de la Barca, y sancionado por la Real Academia Española en el siglo xviii» (criterios de historicidad, diafásico y canónico), por lo que deberá admitirse el leísmo —no especifica si de cosa o persona, pero en todo caso parece que sólo en el singular—, junto a la tradicional distinción lo/le. En cambio, se rechazará el laísmo, básicamente madrileño, puesto que no goza del mismo respaldo histórico y cultural que el leísmo.

Dominio fonético: Paralelamente, para Lope Blanch el rehilamiento ensordecido del fonema fricativo palatal sonoro /y/ (/ʝ/ en el Alfabeto Fonético Internacional, afi; equivale al sonido de la pronunciación centropeninsular de la y en palabras como mayo y a la pronunciación yeísta de la ll en palabras como llover), por el que la realización de /y/ pasa a /š/ (fricativa palatoalveolar sorda, /ʃ/ en el afi; equivale al sonido de la sh del inglés shampoo, de la ch de francés chic y de la x del catalán xocolata), propio de las hablas cultas del Río de la Plata, con Buenos Aires y Montevideo a la cabeza, no formará parte de la norma hispánica culta, «que ha mantenido la palatal en su sonoridad fricativa no rehilada». Por similar razón, la eliminación del fonema oclusivo dental sonoro /d/ en la terminación -ado, aceptada por la norma culta castellana y de otras regiones (soldao, cansao, demasiao, en vez de soldado, cansado, demasiado) deberá ser rechazada por la norma culta hispánica, que lo mantiene en la mayor parte de zonas. Para estas decisiones se aduce el criterio diasistemático y presumimos que el de historicidad.
Por otra parte, la distinción [s]/[θ] —de [kása] frente a [káθa]—, aun siendo evidentemente minoritaria dentro del conjunto de hablas hispánicas debido a la generalización del seseo en las hablas americanas y aun en algunas españolas (canarias y meridionales), para Lope Blanch está «históricamente por completo justificada», «respaldada, además, por la ortografía tradicional —secular— de nuestra lengua» y es «además fonológicamente enriquecedora del sistema fónico español» (criterios de historicidad y funcional). En consecuencia, tanto la distinción como el seseo deben ser soluciones igualmente válidas para la norma hispánica.

Por limitación de tiempo, no nos ha sido posible completar para este trabajo una comparativa minuciosa entre estas y otras soluciones que aplica Lope Blanch al polimorfismo y las que ofrecen las dos obras panhispánicas de las academias: Diccionario panhispánico de dudas (dpd) y Nueva gramática de la lengua española (tomos 1 y 2, ngle2009; y su versión Manual, del 2010). Pero, hasta donde hemos podido llegar, el cotejo realizado permite avanzar estas observaciones:

1. Ni el dpd ni la ngle2009 responden a un modelo de tendencia estrictamente composicional, al que Lope Blanch proponía acercarse. De hecho, cabría más bien situarlos a caballo entre el monocentrismo y el polimorfismo, en dosis divergentes de una obra a la otra, con mayor peso del polimorfismo en el caso de la ngle2009.
2. El dpd muestra una tendencia monocéntrica («eurocéntrica») más acusada en estos casos:
– en el tratamiento de los usos americanos de se los, cuya pertenencia a la norma culta americana no reconoce (cf. s. v. pronombres personales átonos, § 6b, p. 529), error que la ngle2009 —más rigurosa que el dpd— corrige;
– y en el tratamiento del españolismo a por, proscrito por las gramáticas académicas al menos desde 1880 (Gómez Asencio, 2006: 43) por «combinar dos partículas incongruentes», que tanto el dpd como la ngle2009 aceptan sin vacilación.
Sobre esta tendencia del dpd al eurocentrismo, Lefsanft (2007: 235) señala, además, que cuando se dan en él explicaciones detalladas que permiten vislumbrar las distribuciones diastráticas de los usos, tales detalles «se refieren al español de España». Y añade que es «muy raro que el dpd discuta la posibilidad de que un fenómeno no pertenezca al “habla esmerada” de España», mientras que sí discute que pueda pertenecer a la norma culta de otro país.
3. Con respecto a las formas de tratamiento, ambas obras tienden al polimorfismo y se apartan de las propuestas de Lope Blanch sobre el voseo.
4. A falta del volumen de fonética y fonología de la ngle, cabe decir que el dpd coincide con Lope Blanch con respecto al seseo y a la distinción [s]/[θ].
5. En cambio, a diferencia de Lope Blanch, que excomulgaba abiertamente de la norma hispánica la forma de rehilamiento ensordecido del sonido fricativo palatal sonoro /y/ (/ʝ/ en el afi), que resulta en el fricativo palatoalveolar sordo /š/ (/ʃ/ en el afi), el dpd procede de un modo más artero: «hace caso totalmente omiso» tanto de la forma rehilada sorda como de la rehilada sonora /ž/ (/ʒ/ en el afi, que corresponde al sonido como la j en la palabra francesa jeu o en la catalana joc) y, con ello, «de su estatus normativo en el español rioplatense» (F. Lebsanft, 2007: 235). De este modo, el dpd corre un tupido velo sobre este delicado aspecto, que podría afectar a las transcripciones de voces de alfabetos no latinos que incluyan el fonema /š/ (/ʃ/) y /ž/ (/ʒ/) y a las adaptaciones más recientes de extranjerismos que también los presentan (por ejemplo, banjo, jacuzzi, jazz, jockey, share, sheriff, sherpa, shock, short, shoot, show, cash, flash y geisha), e incluso podría plantear la necesidad de reformar el alfabeto español para incorporar una representación más fidedigna del fonema /š/ (/ʃ/) (por ejemplo, el dígrafo sh) que la que proporcionan la ch o la s. En estos casos, en cambio, el dpd procede driblando el asunto de diversos modos:

– acepta el xenismo, pero prescribe una pronunciación lejana a la original: jazz jazz (pron. [yás]);
– desecha la forma extranjera y propone una forma patrimonial en su lugar: cash → efectivo; jeep → todoterreno; show → espectáculo;
– salvo en el caso excepcional del topónimo Shanghái, desecha las grafías (original o transliterada) sh y j y fija o propone su adaptación/transcripción en ch o en s para el dígrafo sh y en y para la j: Ашхабад /aʃxabat/ Asjabad; shock choque; flash → flas; short → chor; jockey → yóquey.

Con estas decisiones da a entender —y de este modo ayuda a construir la imagen unitaria y homogénea del español que las academias quieren propagar— que no hay pronunciación genuina y culta del español que en estas palabras avale el mantenimiento del dígrafo sh y la admisión de las pronunciación /š/ (/ʃ/) y /ž/ (/ʒ/).

5. Modelo neutro

El llamado neutro es un modelo de estándar no general, elaborado con fines netamente comerciales y de intercomprensión en ciertos sectores productivos con un mercado transnacional (traducción/doblaje y producción en medios audiovisuales, en medios editoriales y en medios de comunicación; etiquetado y manuales informativos de productos, etc.) y en entornos de comunicación internacional (comunicación interna de empresas transnacionales y de organismos políticos internacionales con representación de diversas variedades geográficas de una misma lengua).
En la teoría, un estándar neutro tiene por fin eliminar en lo posible los localismos, es decir, las marcas de identidad regional que pudieran afectar la aceptación de un producto en un mercado lingüístico determinado o la intercomprensión entre hablantes de distintas variedades geográficas. Según esto, el proceso de neutralización debe ampararse fundamentalmente en el criterio de diasistematicidad y rechazar el de especificidad. Pero el hecho de que estos estándares suelan elaborarse de manera improvisada por profesionales sin conocimientos específicos ni experiencia en estandarización (traductores, redactores, directores de doblaje...), que no conocen bien la(s) variedad(es) que deben neutralizar ni cuentan con formación, recursos lingüísticos u obras de referencia para conocerla, y aún menos con asesoría técnica especializada, hace que finalmente se obtengan resultados muy dispares según la intuición, la pericia, las ideas y juicios lingüísticos y el saber idiomático de quienes los elaboren, y que habitualmente no reflejen criterios y procedimientos sistemáticos ni coherentes con la finalidad del estándar (cf. Lila Petrella, 1998: 986-987). De hecho, lo común es que la mayor parte de procesos de neutralización acaben resultando en una serie de normas dialectales (usos con carácter normativo en sus zonas respectivas) yuxtapuestas, que «no contemplan la difusión de los fenómenos lingüísticos en áreas mayores con una norma hispanoamericana subyacente» (Lila Petrella, 1998: 987). Por tanto, la creencia de muchos empresarios en la existencia de un español neutro es completamente infundada. Ni hay un solo estándar neutro —si acaso lo son muchos de los que así se denominan— ni existen los necesarios recursos lingüísticos para elaborarlo, ni está descrito y asentado el paradigma metodológico que permita desarrollarlo.
A pesar de ello, algunos académicos como el director de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales, confían incondicionalmente en la supuesta capacidad homogeneizadora de los medios de comunicación internacionales y de la industria audiovisual en español que trabaja con formas «neutralizadas» de esta lengua. A nuestro juicio, tan desmedida fe no se explica si no se interpreta como una sublimación del fortísimo deseo que preside la ideología panhispanista y la acción académica desde los años posteriores a la independencia colonial: que la dispersión del español —y de su comunidad de hablantes nativos— no quiebre su «unidad espiritual y cultural».

6. Modelo polimórfico

El polimorfismo léxico y morfosintáctico es el aspecto consustancial a la variedad que más dificultades plantea a la reducción que todo estándar implica. Si existe exigencia social de admisión normativa de la variedad, como ha sido el caso del español, en continua tensión entre el monocentrismo académico y la dignificación de las variedades excluidas del estándar —particularmente las americanas—, el modelo de estandarización que pretenda evitar la segregación tendrá que ceder en este aspecto, estableciendo, sin embargo, límites sin los cuales no podría obtenerse un estándar, sino una simple descripción del uso.  
El modelo panhispánico de la rae y la Asale ha ido avanzando, desde el dpd hasta la ngle2009, en este sentido, pero sin aplicar criterios sistemáticos en la admisión del polimorfismo. Veamos algunos ejemplos:

• Ejemplos de admisión del polimorfismo léxico:

jersey. ‘Prenda de punto y con mangas que cubre desde el cuello a la cintura’ y, en algunos países americanos, ‘tejido de punto’. La voz inglesa jersey se ha adaptado al español en distintas formas. En España se emplea jersey (pl. jerséis, → plural, 1d), que también tiene cierto uso en algunos países americanos: [...]. No es correcto el singular jerséi, ni los plurales jerseys o jerseises. Junto a jersey, existen las adaptaciones yérsey (pl. yerseis), usada sobre todo en América, y yersi (pl. yersis), propia de algunas zonas de Andalucía occidental: «Se puso su yérsey marinero» (Skármeta Cartero [Chile 1986]); «El yersi granate que a tía Blanca se le había quedado chico» (Mendicutti Palomo [Esp. 1991]). Se recomienda adaptar siempre la grafía a la pronunciación, de manera que quien pronuncie [jerséi] escriba jersey, quien pronuncie [yérsei] escriba yérsey y quien pronuncie [yérsi] escriba yersi. [rae y Asale, dpd2005, s. v. jersey, p. 380; la negrita es nuestra.]
short. 1. Anglicismo innecesario —usado frecuentemente en plural (shorts) con el mismo sentido que en singular— que debe sustituirse por su equivalente español pantalón corto (o pantalones cortos): [...]. En Venezuela, donde está muy arraigado el uso del anglicismo, comienza a circular la adaptación gráfica chor (pl. chores): «Uno de los vecinos [...] salió corriendo en chores y en chancletas para avisar a los bomberos» (Universal@ [Ven.] 12.5.97). [...] [rae y Asale, dpd2005, s. v. short, p. 600; la negrita es nuestra.]

• Ejemplos de rechazo del polimorfismo:

sándwich. Voz tomada del inglés sandwich —pronunciada corrientemente [sánduich o sánguich]— que designa el conjunto de dos o más rebanadas de pan, normalmente de molde, entre las que se ponen distintos alimentos. En español debe escribirse con tilde por ser palabra llana acabada en consonante distinta de -n o -s (→ tilde2, 1.1.2). Su plural es sándwiches (→ plural, 1i): [...]. Esta es la forma mayoritariamente usada por los hablantes cultos en todo el ámbito hispánico, aunque en algunos países americanos, especialmente en Colombia, Venezuela, Chile y el Perú, circulan adaptaciones como sánduche o sánguche, más propias de registros coloquiales y desaconsejadas en favor de la unidad. Con este mismo sentido, existe la palabra española emparedado, puesta en circulación en el último tercio del siglo xix, cuyo uso es preferible al anglicismo: [...]. [rae y Asale, dpd2005, s. v. sándwich, pp. 586-587; la negrita es nuestra.]
barman. 1. Voz tomada del inglés barman, que significa ‘persona que sirve bebidas alcohólicas en la barra de un bar, generalmente especializada en la preparación de combinados’: «La costumbre es dejar a los mozos y el barman el 15% del total de la cuenta» (Dios Miami [Arg. 1999]). Es un préstamo útil, ya que su significado no coincide exactamente con el de la voz tradicional española camarero, de sentido más general, pues así se denomina también a la persona encargada de servir las mesas de un bar o un restaurante. En Centroamérica, México o Colombia, este anglicismo alterna en el uso con la voz tradicional cantinero: [...]. En Estados Unidos y Puerto Rico se emplea a veces, con este sentido, la voz angloamericana bartender, cuyo uso se desaconseja, en favor de barman, por razones de unidad. [rae y Asale, dpd2005, s. v. barman, p. 87; la negrita es nuestra.]

Se admiten, pues, todas las adaptaciones (gráficas y fonéticas) de jersey y de short registradas por los redactores del dpd, pero se rechazan algunas de las registradas para sandwich y también los préstamos a partir de voces distintas que en castellano funcionan como sinónimos de barman. En la voz barman, se arguye, al parecer, un criterio de diasistematicidad para favorecer el préstamo barman (se dice que es más común que bartender), criterio, en cambio, que se omite en jersey. En la voz sandwich se rechazan sánduche y sánguche en razón de los criterios de selección diasistemático y diastrático (se dice que es más culto y más común sándwich), mientras que en short se admite la adaptación chor a partir del término inglés short, pese a estar, según el dpd, geográficamente restringida (el dpd sólo la localiza en Venezuela) y ser propia de los registros coloquiales; de hecho, de los seis casos de chores que aparecen en el crea (chor no se documenta), cinco corresponden a registros orales. En todos los casos, por criterio de autonomía, se admiten las formas genuinas si las hay (emparedado, pantalón corto, cantinero).
Así pues, en función de qué criterios se apliquen o se omitan de manera —por lo visto— aleatoria, en la norma panhispánica la admisión del polimorfismo léxico lleva a veces a no restringir la aceptación del polimorfismo registrado (jersey, yérsey y yersi) y a veces a restringirla. De nuevo, esta obra se tambalea por carecer de cimientos firmes: el establecimiento previo de un modelo normativo que aplique criterios sistemáticos.

7. Modelo segregador

El estándar que se ajusta a un modelo segregador requiere la existencia de una estándar general previo para la misma lengua, que el estándar segregado desea renovar sobre principios distintos o del que desea diferenciarse de una manera más o menos acentuada. 


Las razones que mueven a la segregación pueden ser diversas y darse de manera aislada o combinada; por ejemplo:

1. Falta de representatividad: puede ocurrir que el estándar original sea poco representativo de la variedad y que, por ello, no se identifique con él la comunidad que opta por elaborar el estándar segregado.
2. Conciencia nacional diferenciada: puede ocurrir que el estándar original sea comprehensivo y representativo de todas las variedades, pero aun así el deseo de autonomía de una comunidad lingüística que se siente distinta del resto de hablantes de su lengua exige la creación de un estándar que la haga visiblemente diferenciada.
3. Agravios históricos: si ha habido un menosprecio social histórico de la comunidad lingüística que decide crear su propio estándar como modo de dignificación.
4. Estándar original defectuoso u obsoleto: el estándar original presenta numerosos errores, inconsistencias y huecos o está elaborado sobre principios trasnochados;
5. Inadecuación funcional local: se rechaza el estándar original, que se juzga extraño o demasiado general para servir a determinados campos de ordenamiento lingüístico de un territorio político determinado.

Las propuestas de reforma ortográfica de Bello y Sarmiento que ocasionaron la secesión ortográfica del español en el siglo xix se fundamentaban en todas estas razones, en distinta dosificación según el parecer de Bello o de Sarmiento.


Los estándares segregadores cuyo objetivo sea la simple diferenciación priorizarán la aplicación del criterio de autonomía (subcriterio de especificidad) y podrán además redenominar la lengua. Los que persigan la renovación, aplicarán una combinación nueva de criterios, de los que resultará una selección distinta. Los que deseen acentuar al extremo la diferenciación, combinarán preferentemente el criterio de especificidad con el analógico y llevarán a cabo, con seguridad, una redenominación de la lengua.
Con respecto al estándar catalán fabriano (de índole composicional-polimórfica), el estándar valenciano es un estándar segregado de espíritu estrictamente diferenciador, no rupturista; es decir, en la misma línea de composicionalidad, reduce (localiza) el polimorfismo, pero mantiene criterios convergentes. Así lo reconoce la gramática de la Acadèmia Valenciana de la Llengua:

2. Criterios inspiradores de la gnv [Gramàtica normativa valenciana]
Los criterios que han inspirado la redacción de la gnv son, con carácter general, los que señala el artículo 4 de la Ley de Creación de la Academia Valenciana de la Lengua y que, en términos más concretos, se especifican en el Dictamen sobre los principios y criterios para la defensa de la denominación y la entidad del valenciano, aprobado unánimemente en la reunión plenaria del avl del 9 de febrero del 2005. Estos, fundamentalmente, son:
a) La lengua propia e histórica de los valencianos es también la que comparten las comunidades autónomas de Cataluña y de las Islas Baleares y el Principado de Andorra, así como otros territorios de la antigua Corona de Aragón (el departamento francés de los Pirineos Orientales, la ciudad sarda del Alguer y la franja oriental de Aragón) y la comarca murciana del Carxe. Los diferentes hablas de todos estos territorios constituyen una misma lengua o sistema lingüístico.
b) Dentro de este conjunto de hablas, el valenciano tiene la misma jerarquía y dignidad que cualquier otra modalidad territorial de la lengua compartida, y presenta unas características propias que el avl preservará y potenciará de acuerdo con la tradición lexicográfica y literaria propia, la realidad lingüística valenciana y la normativización consolidada a partir de las Normas de Castellón.

En consecuencia, en la redacción de la gnv se ha intentado armonizar dos principios básicos:
1. La recuperación y la priorización de las soluciones valencianas genuinas, vivas, bien documentadas en los clásicos y avaladas por la etimología y por la tradición literaria y gramatical.
2. La convergencia con las soluciones adoptadas en los otros territorios que comparten nuestra lengua, con el fin de garantizar la cohesión pertinente.


La gnv quiere ser una contribución de la avl al proceso de construcción de un modelo de lengua convergente con el resto de modalidades del idioma común. Un modelo que da preferencia a las formas valencianas, pero que también describe las variantes usadas en el resto del ámbito lingüístico compartido. [Acadèmia Valenciana de la Llengua, 2005: 14; en valenciano en el original; la negrita es nuestra.]

La segregación lingüística sólo es problemática cuando, adicionalmente, se levantan barreras políticas que excluyen el resto de estándares de la misma lengua y se limita con ello los flujos de intercambio que contribuyen a alimentar un necesario mercado lingüístico, en su sentido estrictamente económico. Este sería el caso de un ordenamiento que no convalidara, en el territorio político con estándar propio, titulaciones de capacitación en otro estándar de la misma lengua o titulaciones de conocimiento filológico de otras variedades, algo que el Partido Popular valenciano al frente de la Generalitat lleva décadas persiguiendo para la administración y la universidad valencianas, afortunadamente —para las propias variedades valencianas— sin éxito (Neus Caballer, 02/02/2010: en línea). Aplicado con un espíritu abierto y cooperador, el modelo segregador no tiene mayor consecuencia que el pluricentrismo normativo y una mayor tolerancia y capacitación plurilectal. A pesar de ello, las academias de la lengua española sienten verdadero pánico ante este modelo, que no cesan de atribuir a un «denostable espíritu de campanario», olvidando que los campanarios están en el corazón de los pueblos y que en ellos siempre anida vida.


Bibliografia
 
Senz, Silvia, Jordi Minguell y Montserrat Alberte: «Las academias de lalengua española, organismos de planificación lingüística», en: Silvia Senz y Montserrat Alberte: El dardo en la Academia. Barcelona: Melusina, 2011, vol. 1, 371-550.