Con permiso expreso del entrevistado, reproducimos la entrevista a José Martínez de Sousa publicada en Prosofagia, Revista Literaria, número 16 (septiembre 2012):
Pepe
Martínez de Sousa
Por
Boris Rudeiko
Háblenos
de usted
—En
1949, con 16 años, realizó su primer trabajo tipográfico en un
taller escuela de artes gráficas. ¿Qué recuerdos conserva de
aquellos años y cómo influyeron en su vida?
—Fue una época
crucial, como suele suceder. Me encontraba interno en un colegio
salesiano. Todo estaba por definir, y en ese momento empecé a
valorar cuanto me rodeaba. Me di cuenta entonces de que pertenecía a
una sociedad y de que esa sociedad me iba a exigir, no tardando
mucho, que fuera capaz de integrarme en ella totalmente.
—Se
declara autodidacta. Cuéntenos cómo aprendió.
—Después de los años
de estudio de tipografía, cuatro en total (repartidos entre Sevilla
y Madrid), me trasladé a Barcelona, donde entré en Editorial
Bruguera como corrector tipográfico. La época era difícil y
encontrar un trabajo fijo suponía toda una hazaña (no exactamente
como hoy, pero muy cerca). Ocho años después me trasladé a La
Vanguardia (diario de Barcelona), donde trabajé los dos años
siguientes, tras los cuales pasé a Editorial Labor. En esta
editorial, en mi opinión la mejor que ha tenido España, aprendí y
apliqué los elementos de la edición. Aprendí todo lo que me
quisieron enseñar y enseñé todo lo que de mí quisieron aprender.
—Recibió
la medalla del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid.
¿Qué significó este galardón para usted?
—Fue un momento de mi
vida especialmente emotivo, porque pienso que no me lo merecía, lo
cual agiganta su valor. Suponía, además, una especie de espaldarazo
por una obra realizada a lo largo de muchos años. También valoro la
presencia en aquel acto de muchos amigos que siempre han creído en
mí.
—Es
bibliólogo, lexicógrafo, escritor, conferenciante, pero, en
especial, ortotipógrafo. ¿Alguna de estas actividades le ha
resultado más gratificante en el plano profesional, intelectual o
humano?
—Todas esas técnicas
son para mí muy importantes y en todas he querido especializarme en
medida suficiente como para poder realizar, apoyándome en ellas, las
obras que he escrito, las conferencias, cursos y cursillos que he
dado, los talleres que he dirigido, etcétera. La ortotipografía es
tal vez la más moderna (curiosamente), no porque lo sea en sí, sino
porque los medios modernos han ampliado increíblemente la capacidad
individual para llevar a cabo la realización de un impreso por
complejo que sea (con algunas limitaciones técnicas si no se cuenta
con los conocimientos y los medios necesarios). Hacer un libro es hoy
posible para cualquiera. Hacerlo bien es otra cosa. Aquí es donde
entran en acción la bibliología y la ortotipografía,
indispensables, hoy como siempre, para realizar una obra bien hecha.
—¿Qué
clase de literatura le gusta leer y cuáles son sus autores
favoritos?
—Si tuviera tiempo
para dedicarme a ella, la histórica.
—Se
dice que usted ha rechazado varias veces entrar en la Academia de la
Lengua. ¿Por qué?
—Hay que empezar
diciendo que la Academia a mí nunca me ha propuesto para ocupar un
sillón en la institución. Otra cosa bien distinta es que la
Academia, por persona interpuesta, me ofreciera por tres veces la
posibilidad de integrarme en ella a título de académico
correspondiente en Cataluña. Como es sabido, este último
nombramiento conlleva obligaciones, pero apenas reconocimientos (por
no decir ninguno). La gente cree que esa designación es equivalente
a la de académico numerario, y no es cierto. De aquí que al saber
que lo he rechazado se pregunten unos y otros qué es lo que quiero.
En el año 2004, con motivo de una visita a la Academia relacionada
con el Diccionario
panhispánico de dudas, Gregorio
Salvador y Víctor García de la Concha, a la sazón secretario y
director, respectivamente, me mostraron su extrañeza por mi rechazo
al nombramiento. Les respondí que yo no rechazaba el nombramiento de
académico numerario, justificado por mi producción y mi
trayectoria, pero sí rechazaba el de correspondiente porque creía
que no se ajustaba a los méritos contraídos por mí a lo largo de
los años. La Academia no tardó en darme cumplida respuesta. Con
motivo de una entrevista que me hacía la revista La
Clave de la Opinión Pública
(mayo-junio 2006, pp. 82-84), Gregorio Salvador se refirió a sí
mismo como «nosotros, los lingüistas de verdad», en maligna
referencia a mi condición de autodidacta (condición de la que yo
nunca he renegado). Como consecuencia de todo ello tenemos la
situación actual: la Academia me considera persona
non grata. Lo
que no sabe la Academia es que, en justa correspondencia, yo la
considero una institución que no merece ningún respeto por mi parte
(y que se salve quien pueda).
Háblenos
de sus libros
—Ha
publicado una extensa obra sobre tipografía, ortografía,
lexicografía, bibliología... En 1974 publicó sus dos primeros
libros: Diccionario de tipografía y del libro y Dudas y
errores de lenguaje. ¿Puede hablarnos de ellos? ¿Qué
significaron para usted?
—Son dos obras que
nacen por mis propias necesidades en relación con su contenido.
Mientras trabajaba en Bruguera echaba de menos obras que nos ayudaran
a los correctores a resolver nuestros problemas. Esas obras,
sencillamente, no existían. La idea fue madurando, y al ingresar en
La Vanguardia decidí dar forma a los materiales, primero los
del Diccionario de tipografía y del libro y después
los de Dudas y errores de lenguaje. Los dos se
vendieron muy bien, pero el diccionario vino a ocupar un vacío que
realmente existía en la bibliografía del español. Aún hoy día
algún editor ha sugerido la idea de reeditarlo una vez más, pero es
preferible que quede para siempre como lo que es: un clásico.
—En
1987 la Fundación Germán Sánchez Ruipérez publicó su Diccionario
de ortografía técnica, que comprende la ortografía
tipográfica u ortotipografía. ¿A qué tipo de profesionales va
dirigida esta obra y por qué?
—Se trata de un paso
adelante en la descripción de la materia que empezó con el
Diccionario de tipografía y del libro. Va destinado a
los autores, escritores, traductores y toda persona que necesite
preparar un original para la imprenta.
—¿En
general, a qué tipo de lectores van dirigidas sus obras?
Está casi respondida en
la respuesta anterior. Sin embargo, cada obra tiene un lector
específico y el conjunto trata de enriquecer a un grupo amplio, a
veces no definible de una vez, de personas que tienen necesidades
concretas. Algunas de esas obras han muerto por falta de actualidad y
aquellos de sus contenidos que aún son válidos se han incorporado a
otros libros actualizados. A veces, como en el caso del
Diccionario de lexicografía práctica, van
claramente destinados a un lector concreto. Otros, como el Manual
de estilo de la lengua española, a un destinatario más
amplio.
—¿Quién
corrige sus libros?
Naturalmente, yo. No
solo como autor, a lo que tengo derecho contractual, sino como
corrector tipográfico y de estilo. Pero no soy el mejor corrector de
mis libros. Esa función debe encomendarse a un corrector
tipográfico, una persona que sea capaz de olvidarse de quién es el
autor y corregir en consecuencia, con plena libertad.
Háblenos
de la ortografía, la ortotipografía y las normativas
—En
su libro Reforma de la ortografía española, publicado en
1991, propone una reforma del código ortográfico. De acuerdo a la
actual Ortografía, ¿considera que sus propuestas han tenido eco?
—No, ninguno. En su
actual ortografía la Academia no se ha propuesto realizar una
reforma de la ortografía española, sino introducir algo de lógica
en el conjunto de normas por que se rige el código ortográfico.
Otra cosa es que lo haya conseguido. Yo creo que no. Es más: su
afán, no cumplido, de que esta edición tratase en extenso de
ortotipografía ha perjudicado la obra, puesto que ha introducido una
serie de comentarios y normas en los que se da por supuesto que el
lector conoce otros aspectos de tales normas, y no es cierto.
—En
ocasiones puede haber normas de ortografía que entren en conflicto
(al menos en apariencia, que resulten incompletas o algo
insuficientes en la ole)
con las normas tradicionales de ortotipografía, por ejemplo, en el
uso de los signos dobles con los signos de puntuación o de las
comillas en concurso con las cursivas. A su juicio, ¿existe una
norma o técnica que debe prevalecer siempre, o la norma depende del
ámbito de escritura?
—No, no existe esa
norma unificadora en el encuentro de signos de diverso uso. Hay
tendencias, como puede ser la anglosajona y la latina, y cada una
trata de que se acepte su propio uso. Por ejemplo, el punto dentro o
fuera de las comillas de cierre en las citas, la situación de la
llamada de nota cuando coincide con un signo, la grafía de los
paréntesis y otros signos cuando coinciden con la cursiva, etcétera.
En general, tradicionalmente se han estado aplicando normas de origen
francés, pero en la actualidad se advierte una notable influencia
del inglés. Influencia que no todos aceptamos.
—¿Qué
opinión le merece la «sublevación» de algunos académicos frente
a ciertas normas de ortografía, como por ejemplo el señor
Pérez-Reverte, que continúa escribiendo con tilde «sólo»?
—Creo que ha sido
bochornoso el enfrentamiento entre académicos, enfrentamiento del
que hemos sido asombrados espectadores. De todas formas, al parecer
están muy justificadas las comillas con que algunos medios han
escrito la palabra sublevación. Se ha corrido
la voz de que todo fue una puesta en escena (otros lo llaman montaje)
para estimular la venta de la nueva Ortografía. Yo no estaba allí…
En cuanto a decisiones como la de Pérez-Reverte, es impropia de un
académico (y si realmente no está de acuerdo con las decisiones
académicas, que dimita). Yo también me he «sublevado» y sigo
escribiendo guión, con tilde, pero no soy
académico. Ciertamente, en mi opinión la postura maximalista de la
Academia en relación con la tilde de voces como guión,
pión, Sión, etcétera, es inaceptable.
—La
Real Academia Española en tres siglos ha publicado diez ediciones de
la ortografía, siendo la actual del año 2010 y la anterior de 1999.
¿Cree que esta menor diferencia en tiempo de las últimas
revisiones pueda marcar una tendencia para más prontas
actualizaciones de la ortografía por las academias o, más bien, que
se haya ejecutado la sustitución de la obra de 1999, tan
escueta que resultara insuficiente? ¿Le parece que las 800
páginas de la Ortografía de 2010 podrían ser indicativas de
una obra concebida para perdurar en el tiempo?
—Desde luego, 162
páginas pueden considerarse pocas si pensamos que se trata de la
Ortografía de una gran lengua, pero, por el contrario, 800 son
muchísimas en este mismo caso, especialmente si tenemos en cuenta
que es una obra muy densa. Tal como usted apunta, esas 800 páginas
podrían ser indicativas de una voluntad de perduración, pero hay
otros elementos que nos indican que no es así. Por ejemplo, las
imperfecciones con que nace esta edición. Los defectos de esta obra
nos indican que pronto debería tener otra edición, que superara los
defectos y errores de esta. Sin embargo, es probable que la Academia
no quiera afrontar el trabajo, del que salió escaldada en 1999 y
ahora en el 2010.
—El
pasado 8 de mayo se presentó la Ortografía básica de la lengua
española, que en palabras del académico responsable de la
edición, don Salvador Gutiérrez Ordóñez: «Es una ortografía en
la que nada sobra y nada falta». Sin embargo, es un libro de 250
páginas frente a las 800 de la Ortografía de la lengua
española. Parece una diferencia muy grande, ¿realmente, cree
que nada falta en la Ortografía básica, o quizá es que
sobra algo en la Ortografía?
—Me apunto a esta
última sugerencia. Precisamente una forma de encarar la edición
ideal de la Ortografía sería podar en ella todo lo que en ella
sobra manifiestamente. Después, entre otras cosas, organizarla mejor
y dotarla de una mejor tipografía. Por supuesto, añadirle un índice
alfabético y una bibliografía que ponga claramente de manifiesto
quiénes o cuáles son las fuentes de las que ha bebido.
Háblenos
de la literatura y el mundo editorial
—Hoy
día se utilizan mucho las nuevas tecnologías de la información
y muchas personas escriben en las redes sociales, en blogs, etcétera.
¿Cómo ve la salud de la ortografía en estos medios?
—Mientras podamos
acercarnos a ellos con el convencimiento previo de que la que allí
vamos a encontrar no es la ortografía estándar, no veo yo mucho
peligro, porque son medios distintos. En el momento en que rechacemos
esas grafías o bien en el momento en que esas grafías se desborden
de su medio actual y «contaminen» el entorno considerado «puro»
advertiremos que algo falla. De todas maneras, tampoco hay peligro:
la ortografía, como el resto del lenguaje, ha cambiado siempre a lo
largo de los siglos. No hay más que mirar con espíritu crítico la
ortografía de hace tres siglos y compararla con la actual.
—Prosofagia
va dirigida a un público lector principalmente interesado en
escribir y publicar literatura de ficción, en una época
caracterizada por profundos cambios en cuanto a cómo y dónde
se escribe, y cómo y dónde se publica. ¿Cómo ve el mundo
editorial en la actualidad? ¿Qué transformaciones se están
produciendo, a su juicio, ante la apertura de campos no
tradicionales, como la existencia de amplias posibilidades para que
un autor autopublique sus obras, o la producción de libros
electrónicos?
—En mis años de
trabajo en Editorial Bruguera llegué a leer profesionalmente miles
de novelitas de amor, del oeste y policiacas. Ha pasado el tiempo y
las cosas han cambiado. Para bien o para mal, pocas son como antes.
Ya no es necesario agotar hasta la extenuación las viejas cintas de
las también viejas máquinas de escribir. Hoy existen las
tecnologías que nos permiten componer un texto (por ejemplo, una
novela), compaginarlo, corregirlo y enviarlo a la sección de
producción de la editorial. Pero hay un peligro: si el realizador de
estas funciones no posee los conocimientos precisos para ello, mejor
será que se abstenga. Las cosas se hacen hoy como entonces, solo que
con mayor facilidad y más aprisa. Por ello, es aconsejable que el
autor novel no intente realizar por sí mismo las tareas de
confección de una obra si antes no ha aprendido cuanto se necesita
saber. Puede ser fácil, pero hay que saber.
—¿Piensa
que un escritor debe conocer bien la ortografía y la
ortotipografía? ¿Cuál sería la formación ideal de un
escritor?
—Depende del tipo de
trabajo que lleve a cabo, pero, en general, debe saber bien, con
garantías, todo lo relacionado con la ortografía usual o académica.
La ortotipografía corresponde a los profesionales del impreso, sea
cual fuere este, y son estos los que deben dictar las normas de
composición y compaginación. Si el corrector de estilo tiene,
además, buenos conocimientos de ortotipografía, miel sobre
hojuelas. Podrá preparar el original para la imprenta, pues, como es
sabido, un original complejo requiere que un experto señale los
cambios diacríticos que hay que tener en cuenta en relación con el
texto general.
—Usted
ha sido corrector editorial. ¿Qué tiene que saber un corrector?
—Si es un corrector de
concepto (poco habitual), debe conocer bien la materia (el concepto)
de que trata la obra; si es corrector de estilo, la gramática y el
léxico principalmente, y si es corrector tipográfico, todo lo que
se refiere a la tipografía, la ortografía, la gramática, la
ortotipografía, etcétera. En el etcétera van
englobadas una serie de habilidades difícilmente clasificables, como
la atención y la búsqueda del detalle.
—¿De
toda su obra, qué libros recomendaría a un escritor novel y de
cuáles se siente más satisfecho?
Le recomendaría el
Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, el
Manual de estilo de la lengua española (mele4),
el Diccionario de usos y dudas del español actual
(dudea) y
la Ortografía y ortotipografía del español actual;
si le interesara mucho la terminología del medio, le
recomendaría el Diccionario de bibliología y ciencias
afines, todos ellos de la Editorial Trea, de Gijón. Si
quisiera conocer el campo de la realización de un libro, le
recomendaría el Manual de edición y autoedición, de
la Editorial Pirámide, de Madrid.
En cuanto al grado de
satisfacción, me gustan todos por igual, más o menos, pero cada uno
tiene su campo propio y también su historia.
—Y
para terminar, en Prosofagia apreciamos sus manuales y nos
consideramos alumnos suyos en cuestiones de ortotipografía. ¿Qué
piensa de nuestra revista?
—Por la calidad de las
personas que intervienen en ella con distintas funciones, creo nos
hallamos ante una publicación que puede tener un futuro
esperanzador. ¿La fe mueve montañas? Bueno, tampoco se necesita
tanto.
Muchas
gracias a Pepe Martínez de Sousa por someterse a nuestras preguntas
y permitirnos conocer un poco más de su persona y de sus
publicaciones, que consideramos imprescindibles en el mundo de la
edición y la escritura.
Las gracias las merecen
ustedes por facilitarme la posibilidad de asomarme al mundo de los
creadores literarios.
-----ooo-----
TIPOGRAFÍA
José Martínez
de Sousa
Nació el 25 de octubre de
1933 en San Miguel de Tabagón, parroquia de El Rosal, Pontevedra,
España. Con diez años de edad se trasladó con su madre a Sevilla,
donde a los pocos meses murió ella; él fue internado en un colegio
regido por las hermanas de la caridad. En 1948 pasó a otro colegio
dirigido por los salesianos. En octubre de 1949 comenzó sus estudios
de tipografía y el oficio de cajista en un taller escuela de artes
gráficas, donde realizó su primer trabajo tipográfico.
Martínez
de Sousa es un autodidacta, tal como
él mismo se define: «Todos mis conocimientos profesionales son
absolutamente autodidácticos. Aprendí por mi cuenta (y riesgo) lo
que necesité cuando me hizo falta».
Está considerado como una
de las máximas autoridades en tipografía, ortotipografía y
bibliología.
Ha escrito 24 libros sobre
tipografía, ortografía, lenguaje y bibliología. También es
notable la cantidad de conferencias, cursos y cursillos impartidos,
así como las críticas, prólogos y artículos escritos a lo
largo de su dilatada vida profesional.
Ha
sido:
Presidente
de honor del Comité Español de la Asociación Internacional de
Bibliología (con sede en París) (1991-1997).
Presidente
de la Asociación Española de Bibliología (aeb)
(1997-2000), con sede en Salamanca.
Presidente
de la Asociación Internacional de Bibliología (aib)
(1998-2000), con sede en París.
Es
Presidente
de honor de la Asociación Española de Bibliología (aeb)
desde el año 2000.
El
23 de abril de 2007, en un acto solemne, le fueron entregadas
la medalla, la placa y la insignia del Ateneo de Madrid.
la medalla, la placa y la insignia del Ateneo de Madrid.
Más
información en su web: http://www.martinezdesousa.net/
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